Por Bernardo Silfa Bor
Un poeta. Un escritor. Un artista de la lengua y el lenguaje. Un ser que se trasfigura en múltiples entidades de existencia en su decir estético. ¿ Acaso éste es un ser de gravitaciones divinas en los Olimpos de los círculos mitológicos que en la actualidad las sociedades no importantizan como lo hicieron los griegos?
El poeta es una supraconciencia. El escritor es todas las esferas sociolexicas del hombre. El artísta es la suma de niveles naturales de reafirmación en los diversos lenguajes humanos de espirales ascendentes en tiempo-espacio. Poeta, escritor, artista... Divina esencia... Reflejo reflactado... creador creado.
¿Será verdad, me pregunto, que el poeta sea un “pequeño dios” como lo calificó Huidobro en correspondencia con su concepción creacionista del hacer artístico y literario y antes que él Rimbaud? ¿No será el escritor y el poeta un ente producto de su entorno social y, por consiguiente, no un dios, como lo califican el señor de Altasol y el vidente de Una Temporada en el Infierno, sino por el contrario, un habitante mortal y terrenal igual que los individuos que coexisten con él en los mundos reales e imaginarios eternizados en cada creación?
Este Ser –poeta, escritor, artista- que atormenta con sus delirantes tramas laberínticas, metafóricas y simbólicas enraizadas y construidas desde los pantanos de la realiadad imaginaria y ficciosa de la existencia, es alma luminaria que equilibra los distintos pulsos sociales en los cuales pervivie con sus asombros exhorbitantes. Todo creador, entonces, es un ente sicosocialmente reflexivo de las problemáticas generatrices de sus comunidades prácticas (escenario de hábitat) y comunidades interiores (esferas emotivas), las cuales en confluencias de hibridad se reflejan centelleantes como denuncia y como enunciación en los sustractos que reescriben, conscientes o inconscientes.
El poeta y escritor Rannel Báez, como sujeto contextualizado, no escapa a esa condición de Ser Social que prima en el hombre hacedor de Arte y Literatura de permanencia. No es ajeno a esos rasgos de cotidianidad sociohumana, por lo tanto todo ello estará presente en su obra. Y es que las obras son un tanto como sus autores, o bien, los autores como sus obras. Ya lo hemos sentenciado: un autor es el producto de su entorno social y, por lo tanto, sus productos artísticos y escriturales. Por lo que, necesariamente, es el contexto de este poeta.
Este es uno de los elementos que me llevan a afirmar que es esa cotidianidad sociohumana presente en los textos de Rannel, lo que ha permitido una justa y verdadera valoración de dimensiones extraordinarias de su labor escritural, a través de sus libros publicados, que son de varios géneros, siendo cada uno, hasta ahora, aceptados en los estamentos intelectuales del país.
¡Qué saludable ha sido para nuestra literatura contar con una figura fresca, dinámica y ya de resonancia internacional como lo es Rannel! Esto lo digo, no por el Premio Internacional de Poesía que acaba de obtener, sino por su calidad de escritor y poeta probada en los diversos escenarios –foros y encuentros- donde ha participado, siendo estimado como lo que es ¡un excelente poeta! y ¡un brillante escritor!
Rannel Báez es uno de esos seres creadores de literatura, poesía y arte que, indudablemente, hemos de llamar ¡para siempre! Poeta. Esto, lo confirma el hecho de haber tenido –como la han tenido muy pocos jóvenes escritores del país- una trayectoria escritural de éxitos. Ese éxito de Báez, decimos, se debe a la alta calidad estética con que aborda sus temáticas y a ese grado, que para mí es superlalivo, de responsabilidad en su quehacer creativo. Esto sumado a una clara conciencia de su cómo, su por qué y su para qué escribe, observable en todo su universo textual. Es ese saberse compromisario con una actitud estética, reafirmo, lo que hace de Rannel un creador de conciencia, un credor que conoce el camino que transita tras la búsqueda de su destino último -si es que los poetas tienen un destino y además último-. Esos perfiles, que en el poeta los siento afianzados, es lo que le ha hecho merecedor, a nuestro entender, de los diversos logros y méritos que todos les reconocen en su joven carrera de escritor y de poeta.
Rannel es un poeta subvertidor de realidades. Un escritor violador y contradictor de lo tradicionalmente establecido. Un fajador de las letras que hace gala de un lenguaje explosivo que se esparse bullicioso por sus espacios de escritura, delineando unos juegos de imágenes ágiles y a la vez comunicativos de los volcanes que explosionan en su ser creativo. Necesariamente, un artísta esperimentalista con valor estético como lo es este autor en sus textos, tiene que conmover los simientos más sólidos del crítico-jurado o la crítica misma como instancia de análisis y ponderación de la sustancia artística escritural. Eso mismo, sencillamente, le sucederá a todo lector que entre en diálogo con sus textos. Son estas ponderaciones positivas de valor -y hay que decirlo con énfasis- las que elevan a la cúspides del parnaso a un determidado autor, que en este caso particular es Rannel Báez.
En este extraordinario poeta y escritor nuestro, y ya de todo el orbe –ese mismo mundo que Báez poeticamente califica como Per-Verso-, los reconocimientos y premios no se le han otorgado por afinidades amistosas ni de ninguna otra índole, como es bien sabido ha cocurrido con otros autores del país.
Hasta ahora este poeta ha sido un desconocido, es decir, que sus premios se han debido a la calidad de los textos. Pero un desconocido –y hay que aclararlo- por la complicidad de los “gurúes de la literatura nuestra” que se han erigido santificadores y certificadores de lo que a su juicio parcializado es un buen literato o una buena literatura. ¡Ah sorpresa para la historia, y ellos mismos! Ya lo saben, en estos confines de provincianía emerge con ímpetus de gigante una gran camada de poetas y escritores tendentes a ocupar sitiales de preponderancia en los registros de nuestra historia literaria, por encima de aquellos que les han incentivado con el silencio y el anonimato.
Es hora de decir que Báez tiene en su haber todos los premios del desaparecido concurso de literatura de Athene –que todos esperamos se rehabilite-, el Premio Nacional de Poesía Gripac del 92, el Premio Nacional de Teatro de la UCE del 2000 y recientemente le fue obtorgado el Premio Internacional de Poesía Casa de Teatro.
Esta trayectoria de premios, en distintos géneros, reafirma lo que hemos expresado sobre el poeta del Orbe Per-Verso. Y lo hemos expresado con toda la responsabilidad de causa que tenemos para hablar de este poeta, porque como dijimos en el trabajo “Avuelo de pájaro por los cuentos de Rannel Báez” que escribieramos para presentarle su libro “Cuentos Desechables” por las provincias del país, conocemos su obra, su vitalismo existencial y su pensamiento estético filosófico. Este conocimiento del universo textual del poeta y de su pensamiento estético –que ya lo sabemos definido- nos da la autoridad ética y de causa crítica para definir el perfil de escritor de Báez, que hemos descodificado en la vastedad de estas ponderaciones.
Del Poeta Rannel Báez, puede decirse, sin ningún dejo de equívoco, que es un joven lucero irradiando el cosmos cultural, literario e intelectual dominicano. Por lo tanto, esas virtudes que le signamos, se fundamentan en una verdad concreta plasmada y visible en sus libros publicados: “Cuentos Desechables”y “Teatra”, así como en el libro Ober Per-Verso premiado en el Concurso Internacional de Poesía Casa de Teatro, el cual la Casa publicó recientemente. Remitimos, pues, a la lectura de estos textos para el goce y reafirmación de cuanto decimos.
Esas mismas sustancias gelosas habitantes de sus mundos estéticos, respiran y se mueven en las páginas inéditas de este prolífero poeta-escritor. De ellas pasaremos a hacer algunas disquisiciones tendentes a fortalecer la configuración de los perfiles que aquí presentamos del poeta.
Para mi resulta interesante las vinculaciones e incorporaciones que hace Rannel de elementos novedosos de la tradición pueblerina, los cuales él con su fino olfato de sabueso experimentado convierte en materia poética y literaria de calidad, seguro como Neruda de que “todo es objeto de poesía”. Como ejemplo de lo anterior está la transposición que hace el poeta con la danza folclórica “La Mangulina” a esquemas escriturales, a partir del cual crea todo un sistema de juego poético funcional, trasladando a unos planos de estructura poética las experiencias pueblerinas, y las suyas, junto a los códigos, compases y armonía musical de este ritmo folclórico, para estructurar con esos elementos conetivos un conjunto unitario que él ha denominado Poemangulina en su libro inédito “Azuanías bajo el Sol”. En esas Poemangulinas este autor perfila una dinámica, hábil, brillante y significativa fusión de géneros.
O bien, podemos decir, reiterado, que este poeta es un sublevado en sus textos y que es un implacable rebelde del lenguaje y de su entorno, lo que le forja un socioléxico de explosión inaudito con el cual asume su pepel de escritor y poeta de alto vuelo de cristicidad. Éste, y los demás perfiles que hemos ido delineando del poeta Báez, lo hemos extraído de las lecturas realizadas a sus libros, publicados e inéditos.
En sus libros sin publicar, entre los que se encuentran: “ Pósimas”, “Rezos Armados”, “Evas y Aves”, “Azuanías bajo el Sol” en poesía y “Nudos y Alfileres” en cuento, este poeta muestra esa vena sensitiva y ese carácter sensorial que tiene todo creador. Así, entonces, el poeta se manifiesta sugiriendo las “pósimas mágicas” que a su entender han de transformar y cambiar ese Orbe Per-Verso que denuncia en todo su universo literario.
Como se ha podido percibir, nuestro intento, es reafirmar los perfiles que hacen de Rannel el poeta que decimos es. Por ello presentamos un autor visionario y consciente de su rol, cual Nostradamus, que vislumbra las plagas que se abalanchan sobre el hombre atocigándole la existencia y, que él, como ente atormentado las asume y las divulga en su vuelco poético y narrativo apasible.
Quiero enfatizar que el pensamiento estético de Rannel es confeso de sus convicciones. Que en él hay vertido toda una cultura de vida resabiosa -de origen nietzscheano- contra la divinidad cristiana, contra lo establecido y contra todo lo que no encuadre en su pensamiento geométrico abierto y ascéptico acerca del mundo y sus derivantes. Carácter este que le signa una encumbrada madurez reflexiva, fundamental para todo poeta, escritor o artista.
Quiero decir, además, que Rannel asume sus estadios de existencia como actitud y como concepción vitalista de lo estético filosófico rezando sus pósimas alentadoras a ese Orbe Per-Verso que le acoge y que se le brinda como materia esencial de producción escritural. Quiero decir, también –y aquí lo digo-, que la festividad del Premio Internacional de Poesía de Báez, así como la de los Premios de Athene, la del Premio Nacional de Poesía de Gripac y la del Premio de Teatro de la UCE, es, también, la festividad de la joven poesía y la joven literatura del país. Todos estamos con Rannel, y las festividades de sus premios, llenos de gozos y alentados a seguir enardeciendo el nombre literario de la República Dominicana.
* Texto leído como discurso central en el acto homenaje que le rindió la comunidad
azuana y la Sociedad Cultural y Literaria Athene al poeta y escritor Rannel Baéz en ocación de obtener el Premio Internacional de Poesía que patrocina La Casa de Teatro.
* Bernardo Silfa Bor: poeta y escritor, miembro del Círculo Literario Azuano (Ciela) y del Taller Literario Juan Sánchez Lamoath. Educador y Comunicador Social. Ha publicado el libro de poemas “Hacia la otra senda de la luz”. Es Premio Nacional Sociedad Cultural y Literaria Athene 1995 y Premio Internacional Casa de Teatro 2004 con su poemario Máscara de la Imago.
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