Bernardo Silfa Bor
Profundo. Lúcido. Sobrio y llameante a la vez.
Lúdico. Refrescante. Voz geométrica. Confluencial. Múltiple. Llamada y
evocación. Recuerdos y ausencias. Olvidos y reencuentros. Retornos y partidas.
Ir y venir. Palabra. Experiencia. Discurso politemático.
Hibridez donde la
distancia duerme en los pasillos del decir. Ecos donde se nombra luz y se viste
eclipse porque la verdad real se dice cuando cada hora es el latido que se
muere en la velocidad del tiempo, y porque aunque se llame y ofrezca como
espacio habitable, siempre se escapa escurridizo hacia otros horizontes para
volver delirante.
Pero ambos saben -y yo lo sé desde que el poema me ha leído-
que es una lucha titánica, una encrucijada de ambos, ya que Uno es el
complemento del Otro en viceversa. Y es que el Uno sin el Otro sería la falsa
más irónica jamás imaginada.
Es por ello que cuando se coloca la silla, en ella
se posa la estrofa de la vida vivida, la que se vive y la que se anhela vivir.
Porque se es -eres- en el poema como el poema es en nosotros -en ti- sin
evasión, sin cortedades, sin límites. Porque se es en la escritura y la
escritura es en nosotros raíz y miradas.
Es que desde la escritura se llega al
que no llega como nos llega este poema. Y el poema elegante siempre le llega a
Elsa como temblor de luz.
AL QUE NO LLEGA
Elsa Báez
poeta dominicana
Luego de recostarme en mí sombra,
sacudo los pliegues que arropan mi voz
y dibujo la distancia dormida en los
pasillos.
Enjuago los besos tiznados
y los coloco en el tendedero.
Arranco de raíz las miradas plasmadas,
y las palabras, hoy balas
perdidas,
son recogidas para la guerra.
Te nombro luz y te vistes de eclipse.
Cada hora, es un latido que se muere.
Ven,
y habita en esta hoja marchita de
recuerdos decapitados.
Ven, que mis manos son ruinas.
Coloco una silla y se posa una estrofa.