Bienvenidos a estas palabras del alma. Que todos nos reencontremos en el instante de su eternidad.

VIAJE AL INTERIOR, SOBRE TEORÍA DE EFLUVISMO


Por Virgilio López Azuán 


"No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto.
No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia
cuanto dentro llevamos. "


Gabriel Celaya

A cada rato estamos partiendo, la vida es un transcurrir, un fluir. El secreto de todo está en cómo se fluye, cómo conquistamos los espacios donde la vida tiene sentido. Siempre estamos echando hacia adelante, desde que nos levantamos de la cama, los pasos que damos son pasos hacia adelante, rara vez uno camina hacia atrás. No siempre se echa hacia delante en sentido lineal. El espacio circular es infinito y lleno de misterios: de los misterios del bien y del mal. Saber cómo fluir en ese espacio es la tarea fundamental del ente. Construirse es lo importante, porque construyéndose uno construye al mundo. Casi todos miramos ese espacio exterior y luchamos y pervivimos por él. En cambio hay otros lugares donde visitar, quizás más hermosos y menos remotos. Son lugares para viajar y salir fortalecidos, llenos de conquistas, con el cuerpo fuerte y la mente radiante. Viajar al interior es una aventura aereoplástica. Es allí donde suele el poeta empozarse para traer la materia prima de sus versos. Sólo desde allí puede fraguar sus propuestas literarias. Pero a ese lugar no se puede ir vacío “Hay que haber andado miles caminos y abierto muchas veredas”, haber cargado todas las puertas y el amor y el odio del mundo para transmutarlo en versos, en palabras que fluirán como un líquido suave, portador de las mieles del oriente y los arco iris del trópico. Viajar al interior es despertar lo vivido y mezclar los misterios del querido ente para servirlos en bandejas de palabras y no dejar que cuelguen en nuestro ser como estalactitas, perdidas en el confín de la imaginación. Siempre será placentero viajar hacia adentro, para atrapar las emociones, y mantener el equilibrio en la cuerda del mundo. La experiencia que tengo con amigos poetas es sus viajes al interior se tornan atormentados o henchidos por las cosas del mundo, acuden a sus casitas mágicas internas para hacer versos. Uno me dijo una vez qué no sabía que fuerza extraña lo impulsaba a escribir y yo le dije que era la misma fuerza que impulsa, diríamos, a un combatiente a ir la guerra, a un jugador por ir al casino o la que nos impulsa por cortejar a una mujer cuando uno se hincha de amor. Él pensó que lo mofaba, pero no era así. Al menos ese era mi parecer. Escuché una vez el siguiente relato, no recuerdo con certeza dónde o si lo vi entre mis largas lecturas. Una persona le preguntó a otra que cuál era la diferencia entre una persona que es poeta y otra que no es poeta. A seguidas le respondió lo siguiente: Pongamos un ejemplo. Dos personas van conversado por un camino, uno es poeta y el otro no es poeta. En sentido contrario viene una señora con una batea en la cabeza llena de ropa para lavar y asida de su mano viene una niña desnuda, llorosa, con los cabellitos despeinados. Al momento de cruzarse las parejas. El que no es poeta puede que mire a la mujer y a la niña y siga su conversación amena; o apenas él pueda verlas de soslayo, o quizá ni siquiera las advertiría. El que es poeta, no solamente ve a la mujer y a la niña, sino que ve la batea de ropa, el rostro de la mujer, el rostro de la niña, ve las lágrimas de la niña y dentro de una lágrima observa al mundo que viene rodando. Esa es la diferencia entre uno que es poeta y otro que no es poeta. En cierta forma este relato me puso reflexivo y quise buscar su moraleja. Estaba claro que esa no era mi concepción sobre lo que era un poeta y lo que no era un poeta. Sin embargo, como dije reflexioné y ahora que hablo del viaje al interior, cabe destacar que en ese relato el que señalan como poeta, hace un viaje, recorre con la mirada espacios corporales de la mujer y la niña, y llega hasta la lágrima de la niña, y observa al mundo que viene bajando. Es un verdadero viaje. También, el relato nos revela la importancia de la observación en el mundo del poeta; y por supuesto, el componente de la sensibilidad que aflora en uno y no en otro. En este caso, la sensibilidad por lo social. Lo que he descubierto es que al mismo tiempo que el poeta viaja al interior, de la misma manera debe hacer un viaje al exterior, ir recogido, acumulando materia prima para fraguarla, en sus crisoles. No se puede viajar al interior sin las experiencias externas. Sería un viaje en el mar sin embarcación. Pongamos un ejemplo sencillo: El poeta entra al mar de su interior, digamos como que navega en una barca cargada de lo recogido en los viajes en su exterior. El poeta navega y lanza toda esa materia prima en las profundas aguas de su ser, al cabo de un proceso de fragua, tendrá que pescar lo que ha sumergido. Podrán pasar dos cosas, que atrape lo fraguado con sus cordeles o que lo fraguado salte a su vote como lo hacen las palomitas de maíz en el caldero en una feria cualquiera. Lo fraguado serán palabras, frases, oraciones, hechas perlas, las cuales el poeta llevará a puerto para brindarlas en un poema. En un verdadero poema de carácter trascendente. Entiendo que las palabras, frases, y oraciones que saltan a la barca como diáspora, serán portadoras de auténticos efluvios poéticos, capaces de trascender al poema. Las que atrapa el poeta con su cordel, simbolizan el trabajo, el esfuerzo del poeta, en la lucha titánica para dar un cuerpo al nuevo ente, esa materia viva llamada poesía.

ALMA CANTADA














Por Bernardo Silfa Bor


Este poema se lo dedico a Ana Corazón de Diamante
por la frescura de su poesía.


Tus miradas ante mis ojos
son dulces diamantes
para resarcir la luz
que el tiempo ha olvidado
en algún rincón indefinido
donde se afianza el viento
y como tú yo canto
esos cantos que cantas
y que se cantan así mismos
desde el canto de la pluma
de mi voz cósmica y telúrica
paralela a la tuya
encendiendo los asombros
de todas las voces
porque mi alma
al igual que las otras
es el alma pecadora
de todas las eras humanas.
MOMENTO

                                                                                                                                                                                                                            

Por Bernardo Silfa Bor


Este momento es pasta gelosa 
resina cuajada lenguaje
como lágrima en la concha
concha madura de vientos
de vientos y pisadas antiguas
este momento es voz abierta
hacia el tránsito de la hoja
como maciza vestidura
para el nacimiento de la lengua
cuando el mito desdibuja la historia
este momento casi frutal   
es jugo desbordado en el ojo
espejo que sumerge la imagen
en el espacio inerte del místico dédalo
ese que circula la gema como insecto
en las edades y las sustancias de la era
era que hace de raíz al momento  
y a la piedra de luz liviana
para tu esencia de hembra
como alborada en nacimiento
tras la huella del tiempo
este momento tuyo y mío
de nadie y de todos
es la fuente límpida
donde narciso se mira  su rostro vegetal
como asombro o como mundo
desde nuestras antiguas miradas. 
LA MIRADA HORIZONTAL DE LOS OJOS VERTICALES DE BISMAR






























Por Bernardo Silfa Bor



Los amantes fervientes
y los sabios austeros
comprenden a los gatos.
Charles Baudelaire




                      
La mirada es una instancia de concreción y observancia. Es una acción cognoscente, dadora y decidora. Ella nos delata, nos desnuda, nos desvela ante el Otro. La mirada es una resultante. Ella nos informa, nos da las imágenes, nos acerca, nos conectas, nos asocia, nos empapa del objeto o sustancia. Nos fortalece las percepciones y las sensaciones.
La mirada nos lleva y nos trae al Otro del Yo particular y singular que reina la colectividad que es cada quien en cada cual y cada cual en cada quien. La mirada nos trae y nos lleva al Yo del Otro plural de afuera individual que se hace uno y todo en la unidad sémica y témica de estos ojos, resumen de los otros, hechizantes, desde su verticalidad de mago.

La mirada de estos versos es magia que encanta. Es clave que iconiza. Es expresión. Es sentido-forma. Insinuación. Imantación. Es Discurso seductor. Decir que se dice en el trayecto. Viaje a lo infinito, a lo des-conocido y a lo enésimo que somos. La mirada es ese cero madre-padre. Poética matemática de Andrés Avelino. La mirada es esa dimensión que nos juega en el tablero. Ajedrez donde jaque mate es ir volviendo al fin-principio para recorrer y recorrernos otra vez hacia el dilema del drama existencial.
La mirada es circularidad contenida-contenido en los “ojos verticales” de gatos que  nos miran como fórmulas brindadas en la textualidad poética como vía de entendimiento y comprensión de lo dicho sin decirse en cada uno de los tramados componentes de este segundo poemario de Bismar Galán.
Hay compendios temáticos en este poemario como “Seducir de los gatos”, “Ironías de las manos”, “Cobrar el sentido”, “Cómo llegar a Delfos”, “Retazos de la demencia”, “Transmutar el silencio”, “Es permisible el miedo” y “Ojos verticales”… que  nos rebelan algunas de esas miradas claves por donde se nos empieza a mostrar la luz que ilumina la senda bifurcada hacia los pilares que le sostienen como advertencia-denuncia porque “hay un monstruo clavado mas allá de mis ojos”.
Bismar como poeta juega a no ir al juego jugando a observar la dinámica cósmica de su entorno interior y exterior para darse y darnos su catarsis donde “Los peces pierden sus nombres” diciendo:
No somos más que cifras / la tarjeta perforada  el billete/      que llora la puerta la manzana / que ríe tras los hipócritas cristales / donde los peces han perdido sus nombres.
El poeta delinea su decir de escape quejumbroso, que es búsqueda de lo nuevo, de lo trascendente diciendo con voz predicativa en el mismo poema:
Vamos por ese hilo que conduce / al pezón del mundo nuestro / por donde sabia y luz pretenden / no asistir. Porque las conferencias / del parecer han caído en la avalancha / de soez  petulancias al jugar al qué / será mañana sin mirar este Sol / que espera por una nueva piel.

Este poema apoteósico que es “Los peces pierden sus nombres” abre el hilo conductor que cerraremos al otro lado de estas miradas que nos re-leen mientras hacemos pasos sobre ellas porque como Bismar también “no voy al juego” del nuevo orden, sino que “escojo perder las latitudes con la luz en la fronda” para ganar el formato de la Ley Divina y re-orientar el juego vistiendo al hombre de la nueva piel diseñada en el discurso de los “ojos verticales”, siguiendo su voz poética. Voz que habla de Sí y del Otro para sí y los demás.
La mirada es deleitante. Es movimiento. Es lenguaje de los estados-sentidos. La mirada es definición que  nos          (in)define y como al poeta de estos ojos
 nos hace un todo / en la nada y nos transborda del ser / al jamás sin otra trascendencia / que la del ave que olvida su huella / en la espuma inconsistente consciente  / de lo que consciente a quien dibuja / su mañana sin sospechar / sus propias luces.
Esta mirada que es manera-forma es al Yo y al Otro definición en desbalance balanceado en los sueños donde se sueñan los primeros y últimos sueños del tiempo-espacio que sólo el sicoanálisis poético de estos ojos logra su cifra de sentido como se mira en “Dimensión de la tarde”.
La mirada que Bismar ha vertido  en esta geopoética nos habla desde todas las esferas: la de arriba, la de abajo, la de al lado; la izquierda, la derecha, la céntrica, la equidistancia que somos dentro y fuera. Ella habla el idioma de los ojos. El de todos los ojos perceptivos. El de los ojos temporales.
Su mirada nos habla la lengua rectilínea y curvilínea del orbe que deambula, donde el idioma es mixtura, mezcla,  asunto combinado.
Así estas miradas bismarianas son una interjectiva conjunción dialectal de líneas, esferas, tiempos y sentidos a través de los cuales el poeta interroga la ciudad y convoca a disentir con su blasfemia política desde su casa antes de la próxima cena.
La dialéctica visional y doxal del mundo de nuestro autor, desde su distancia, es una oscilación de nostalgias, penitencias, estocadas dadas con un cristo al hombro que permite el escape y la ausencia estando y siendo. Su visión-misión del y en el mundo es aromática y amorosa a pesar de lo tétrico y desesperanzador que a veces se vuelve. Su visión es una verdad utópica que aguarda las señales de transparencia y claridad dada desde sus cuestionamientos al Yo, al Otro, al Cuerpo, a todo como posible salida del dedálico laberinto que es “Ojos Verticales”.
La mirada que tengo de este poemario es esa luz invisible que visibiliza para conectar con los ojos del sueño, esos que son la suma de todos, esos que palpan lo astral, lo etéreo, lo paradimensional, lo realmente valedero y verdadero. Así voy viendo la mirada vertical que miro, que me mira y que nos mira desde la  geometría poética de Bismar.
Esa mirada de los ojos nombrados verticales circunda la geografía vivencial de la existencia de Aquél y de Aquéllos, de Este y de Estos, de Ti y de Yo y, de lo Que Canta dentro y fuera de un mundo visto, sentido y dado con el alma del poeta-hombre-autor-creador que no es El, sino los Otros expresados y expresándose desde, para y hacia sí.
Estas miradas son voces. Son  otredades. Son sendas que se bifurcan desde un Yo que desanda sus huellas y las del Ustedes rival de sí mismo y los demás, ahogados y aprisionados en su vitalismo manido de carencias, frustraciones, grandezas, gozos, egoísmos, alegrías, bonanzas, infidelidades e infelicidades licuadas en un líquido de máscara que el autor libera como sustancias poéticas de solución y salvación porque “vamos por otro Sol de mariposas, de animal en celo de selva”.
En esa ida-huída se contacta que “después del borde está el mundo”. Y es entonces cuando palpamos en el tránsito trayecto que ese y este mundo de avatares y vicisitudes es “como un queso como la luna”. Y es en ese instante cuando entendemos y nos hacemos concientes de que “vamos a escapar de la caverna después del nuevo ladrido”.
La vía se abre, se despeja, se hace libre al transitar. Por ella el poeta va y viene saltando los espacios, las dimensiones que hay recorridas y brincadas en “Ojos Verticales”.
Estas miradas son premoniciones. El poeta desde ellas pre-siente la destrucción del mundo e inventa y prepara su escape de regreso en y desde su poemática hacia el vientre del mar, dándonos unas vertientes sémicas de (re)naciminto, de lo nuevo, de origen, de inicio, de principio, de génesis posmoderna como lo hace en “Noche de queda”. Y es que los “ojos verticales” de Bismar son de aliento evocador donde se ansía el  escape como retorno y libertad de Sí y de los Otros. Desde ellos se dibujan lazos que auscultan laderas de hermandades. En ellos hay espesuras de sueños solidarios y humanos. Desde ellos se clama el sentido de una especie de “todos para uno y uno para todos”. Subyace en ellos la necesidad de esos amores romeojulietanos o aquellos sembrados e irrigados por La Madre Teresa de Calcuta
a través de su ministerio que unifica hasta en la bendecida muerte. Bismar todo lo observa y lo canta en su texto.
Desde ese perfil, estas miradas poéticas, me saben a José Hiero en sus “Alucinaciones”, a Peter Ginferrer en su “Arder el mar”, a Lupo Hernández Rueda en su “Círculo”. En ellas veo la espesa sencillez de Martí y los “orígenes” de Lezama y Vitier. En ellas siento los olores de la primavera poética de “Residencia en la Tierra ” de Neruda. Con ellas voy hacia el “Poniente” de Fredy Gatón Arce avanzando hacia el “Retiro de la luz” superpuesto a “Vlía” en un reencuentro lamuthiano que me trae a flor de versos voces de las orillas y los centros agujereados en la aldea global de la indiferencia, el oprobio, la sin razón , las ideas cálvicas escondidas tras la manta de un humanismo del ocaso “sin luz sobre esos bordes que simulan la calma la de los pasos que vegetan en su propios pasos”, y que proyectan la pretensión de perpetuar sus viciosos poderíos minoritarios y sectarios, con los cuales desde el nuevo “vuelvo y vuelvo” -en demencia y demasía- van anulando la existencia vital del país, la isla, el continente,  el planeta y que el poeta ha metaforizado con virtuosa exactitud profética en sus “ojos verticales”.
Las miradas de estos ojos son corales y másicas. Son terrenales, celestiales y polivocálicas que encienden la hoguera laberíntica de un “vasta ya” circular y reiterado desde el calvario del poeta y los otros manifiesto como re-inscripción y re-lectura del Yo y del Otro.  Estas miradas me delatan a hombres y mujeres, siendo sin ser en sus dolores milenarios que coexisten en los vasos y agujeros refractados y (re)tratados en este universo textual, que es el mismo autor.  Cada autor de alguna forma es su texto y cada texto su autor. No hay fisión entre texto y autor. No hay cuevas, cataratas, disonancia, diacronía, diatriba, simulación entre autor y texto. Uno es la imitación del otro. Lo que es el otro lo es el uno. Ambos articulan una sola y única resonancia, la de ser siendo.
En esta instancia (texto-autor) hay de-construcción constructiva. En ella la magia poética del mago re-construye el cosmos comunicativo y estético hilvanando los movimientos rotatorios y traslatorios en un giro de revolución que hace de la galaxia bismariana corpus pendulante donde equidistan sus gestos orbitales de oscilaciones, porque “Es de hombre catar el discurso/ y el desequilibrio en la balanza”. Esta mirada es de una verticalidad  que nos mueve y nos encumbra a una cima de dinámicas horizontales densas y extensas que nos hace presentes aun en la distante ausencia  que se lee  en el poema “Una foto de la ausencia”.
La mirada, que en este poemario es mujer-hombre, (esencia andrógina felina) nos seduce al fuego de su trampa mascarada, nos insita hacia el Mí y el Sí mismo que es el Yo y el Ustedes del absurdo narcisismo atrapado en el Otro que es El, generando un nuevo rito de agua-imagen espejo-luz donde mirarse es verse encontrado en la no belleza de lo bello como mimesis de lo mismo desigual cantado en los poemas “Es permisible el miedo”, “transparencia” y  “El espacio de mi Yo”.
Estas miradas de los “Ojos Verticales” de Bismar Galán son una acumulación de silencios que han transmutado en voces y ecos donde el tiempo ha sido su hecatombe. Su raigambre es de dolor, de espanto, de nostalgias insulares, de realizaciones, de evocaciones, insatisfacciones existenciales y ansiedades. Pero su desgarramiento es también de ternuras, de amores, patriotismo, identidades, búsqueda de sí, de encuentros, de escapes, de regresos, de un vitalismo enraizado que aflora ascendente desde los abismos que somos y él es. Este temario descrito, es la materia prima con la cual el poeta ha tejido las redes de esta telaraña textualizada floración poética.
Hierve su discurso en las páginas de “ojos verticales”. Su voz se dimensiona océano donde oscilan las masas sus formas hermosamente afórmica creando los pozos que desandan las huellas tras la búsqueda del primer rastro de su rostro. Así lo interioriza y exterioriza en “Transmutar el silencio” como (a)firmación y plagio a la naturaleza y al cosmos para volver al sueño, que en él es regresar a la esencia. Se pregunta, entonces,  el poeta:
Por qué no puedo volver los ojos / volver al vientre del pez / tirar mi carne en el pasado. / Por qué no puedo volver / sobre mis huellas y bebidas / transmutar otro silencio / hasta esa almendra / que quiso surgir en la escoria.
Hay en estos textos una metapoética geométrica que tiende su trampa desde una verticalidad de ojos nombrados donde “un hombre es mucho más que el espacio en que habita o sobrevive / más que el tiempo en que se diluye tras su sombra”. Con su discurso Bismar genera una perpendicularidad témica-sémica en donde el mismo “hombre es la mezcla perfecta de lo real y lo profundo”.
El hombre y su  vitalismo existencial es el vértice, el ombligo de este mundo poético. Así desde su sistema discursivo en líneas poéticas, el autor, gana las “oscilaciones” y “la paz de la palabra” como acto que corporiza su vértice de gato-hombre-pez cuyo enlace interjectivo nos desvela su verdadera intención-misión “doblar la tuerca / vestir el rompecabezas / mezclar luces / en el lienzo que exhibe los tornasoles / que ganó en su definición”. De esta estirpe es la poética presentada en el poema “Inocencia de la luz”.
Así la poesía de Bismar es la definición donde “todo hombre tiene un foro más allá de su piel”. Esta es poesía que se dice, se nombra y se mira a sí misma. Es poesía de la poesía. Es  esencia poética porque en ella residimos como multiplicidad, siendo uno.    
Esta poeticidad de Bismar es perfección sistémica de líneas que se abren y cierran en movimientos de acordeón musicalizando las espirales y los círculos en donde “es posible desenfrenarse / en el sentido opuesto” para elaborar un decir, un discurso, un espacio de viaje indicativo de que “los caminos son señales a discernir / esencia reloj espacio en que se funde / o se hunde el alma… /. Es una poética de pasión que danza a ritmo de la humanidad de su lenguaje.
Estos “ojos verticales” de miradas panorámicas son de sentido social, humano, filosófico, mítico, místico, matemático, geométrico, físico, político… Abarcan todos los sentidos desde y donde se explora un metalenguaje en claves y códigos afables de cotidianidad comprensible y transmisible. Sus metasentidos conjugan la fusión y la función témicas-sémicas dejándonos los juegos léxicos poetizados en este libro. Pero haciéndonos cómplices de sus exergos, fundamentalmente,  en los metapoemas “Presagios de la existencia”, “Definición del poeta”, “Fraguar los pasos” “Sinonimia del fondo” y “tomar la forma”, textos éstos que fraguan la condición metapoética que intranquila al creador en su libertad.
Estos ojos de Bismar me miran desde su última ojeada, desde el traspatio, desde el atrás que es “La próxima cena”. Su mirar es la melodía estival que nos dice “Soy tu imagen quizás tan sólo eso / en otro cronómetro y en otra superficie”. Y es desde esas superficies de luces que me alcanza esa metamirada gatúbela, vertical y felina. Esa mirada se mira y nos mira, se torna encuentro, afinidad, doble, igual, dualidad, semejanza eterna. Ella crea el rito del re-encuentro. Entonces desde esa dinámica él y yo somos en viceversa.

Y es que esas metamiradas son seductoras. El poeta las ve desprendidas de los ojos del y de su mundo, con las cuales como vectores compásicos traza la circularidad gestual del Otro que es El en un Yo profundo y colectivo que se cifra voz de esperanza, presenciable en el mapa genésico y genético del canto cantado.
Aquí, El Canto, es decir que se imbrica como trampa y escape hacia lo primigenio con ansias de regresión ilimitada que se nos da en “Transmutar el silencio” y en “Ironía de las manos”. Ese escape-regreso es ícono y clave de la metapoética de Bismar como instancia de denuncia interrogada como se lee en “Ebrio de salitre”:
Por qué rodamos sobre el mar / con los pies áridos y las manos / borrachas del salitre inmenso. / Por qué escapamos a las hojas / que se han partido el pecho / sin rezongar ni mugir siquiera / en su sordidez y desventura. / Por qué acudimos al juego de nacer / sin luz sobre esos bordes / que simulan calma  la de los pasos / que vegetan en sus propias pisadas. / Esos pasos que apestan / en el cortijo cuando la escala / nos puso a esconder los reyes / de allá adentro donde gatos / y mariposas comparten las amapolas / y los perros danzan tras la luna / por la imagen que le sostiene. / Vamos por otro sol de mariposas / de animal en celo de selva. / Después del borde está el mundo / Es como un queso como la luna / y vamos a escapar de la caverna / después del nuevo ladrido”.

La textualidad bismariana se re-afirma género, especie, nivel, vida, muerte, pasión, nulidad, historia, proceso, añoranzas, nostalgias, nacimiento, simbiosis, (de)construcción, patria, identidad. Esta metapoética geométrica, desde sus vértices meridianos, transversaliza su paralelidad ecuatoriana para alcanzar el centro discursivo donde “sin manchas / sin el mínimo asomo de languidez o duda” se gesta el toque sosegado del (des)encuentro “para elevar otra playa de luces en cualquier recodo del espacio y del tiempo”.
Desde ahí se nos traza la senda a recorrer. Así ese recodo de tiempo-espacio es escenario donde la “masa-coro” ambulante se levanta la máscara para gesticular el drama cósmico de los rostros que mira Bismar y que nos canta y nos da desde la “ingravidez de sus sueños” como aliciente de olvido-recuerdo que alivia: “porque olvidar –dice- es asir los ojos / en el extremo de la luz / y beber con un suspiro la sombra / del pasado”.
El poeta pretende ir al pasado trayéndolo al presente para dejarlo en nuestras manos como mirada posesa que se mira a sí misma desde la mirada que se da y nos da con sus “ojos verticales”.
Sus miradas son voces. Sus voces, trampas de la memoria. Ellas me han atrapado, pero su cautiverio me libera, me vitaliza. ¡Qué nadie venga por mí!, sino viene emigrado a las miradas de estos Ojos Verticales, porque deseo ser su eterno residente.                    





Texto con el que presenté a la comunidad de San Juan de la Maguana el poemario Ojos Verticales del poeta Cubano Bismar Galán
EL SUEÑO COMO LENGUAJE DE LA REALIDAD POETICA































Bernardo Silfa Bor



Ponencia para el I congreso mundial de la Metapoesía, Santo Domingo, Distrito Nacional 10, 11, 12 y 13 de octubre 2003.





Desde estas orillas cruzadas entre sueño y realidad arden en llamas líquidas ideas interrogantes que fluyen y refluyen incisivas como eterno reflejo de los ríos heráclitos. Así el sismo poético que se deconstruye en la hoguera laberíntica del poema desde esas instancias reales del sueño reflejo reproduce en la memoria catalítica imágenes que dicen respuestas a los posibles sentidos de los sintagmas que siendo sueño se fundan lenguaje en la realidad poemática.


El sentido de las ondas y las olas que se advierten altibajos en las aguas léxicas de los lenguajes poéticos que se deshacen como vampiros en los espejos de la terminante modernidad es lo que permite plantear –sin negación de la tradicionalidad- nuevas dinámicas de sistemas, estructuras y lenguajes de escritura y creación. Estas voces de innovación pululan como microcosmos en evolución como lo fueron las vanguardias del pasado siglo.


Así, desde la mirada de la metacreación, se genera la creencia “en la materialidad del lenguaje como dimensión de una nueva y renovada realidad verbal ultra y postmoderna que no deja de reinscribirse en el inconsciente como sueño”. He ahí nuestro escenario témico: sueño y lenguaje como realidad del poema.






¿Es el sueño lenguaje de lo real o lo real es lenguaje del sueño?






Ambas instancias se dan a lo unísono. Ambas se vierten pensamiento. El sueño es una forma del pensamiento. El pensamiento circunda las formas del sueño. Lo presenciabiliza. Le transfiere concretividad en tanto se manifiesta en la cosa poética. Así pensamiento y sueño son lenguajes que iluminan la realidad en vigía.


Si se afirma que el sueño es lenguaje de la otra realidad (la onírica) subvertida en la cinética geográfica del imaginario poético, es indicativo entonces el flujo palpitante del metadiscurso en los decires actuales de algunos autores, desde la reafirmación de las teorías sicoanalistas de Freud, Lacan, Jung; desde la poetisidad simbolista de Baudelaire, Rimbaud, Lautreamont, Valery; así como desde las especificidades surrealistas de Bretón y el Capital del Dolor Eluard.






Para ser verídico al afirmar o negar estos rasgos, que ya se dicen posmodernos desde la mirada tropical del Caribe, hay que dudarse y dudarlos constantemente porque somos de una u otra forma - y todo es- una realidad soñada o un sueño real. Somos en un mismo espaciotiempo realidad y sueño. El límite es el lenguaje, el que es metalenguaje. Ese donde se funden estas sustancias como poema (metapoema). De ahí que realidad existente es la que circula la corporeidad subterránea del poema mismo. De ahí que no se afirme ni se niegue en esos planos, sino sólo se discurra entre una u otra realidad, siendo un mismo discurso, el metadiscurso.


El metaidioma o la metalengua se dice instancia aglutinadora, espacio de posibles compartires y, acertada y perpetua fijación de legados y tradiciones de la mitoexistencia humana. La lengua onírica es registro de lo hablado individual colectivo y de lo libre abierto como morada de los metalenguajes. Esos espacios posibilitan decires y hablares ontológicos de la oralidad y la escritura reproduciendo “las voces de la memoria” del ser y el no-ser en vigía recurrente. Es el sueño realidad siendo en el poema. Es la realidad en su extensión siendo en el sueño. En ambas instancias es el metapoema. Es el lenguaje tiempo pensamiento siendo en el metadiscurso de las sustancias creadas. Es la lengua espacio metapoético donde la totalidad reside como fuente inagotable de creación. Es el sueño lenguaje de esa “poesía que se hace de poesía”, porque se trata de inventar y reelaborar el poema con la poesía de la metahibridez.


El inconsciente, desde ahí, se abre espejo residencial y confluencial de los posibles registros y símbolos del sueño, entendiéndolo y asumiéndolo como reflejo de lo real o lo irreal imaginable. Sueño y realidad se acercan como “imagen y posibilidad” caleidoscópica del sentido circular y polidireccional que se signa en toda creación onírica. Ambas instancias, en lo poético, se mueven con sentido de paralelidad laberíntica cuyas fronteras opuestas se intersecan en la fundición y alzamiento del espejo permitiendo su función dual de reflejo en la memoria del texto. Sueño, texto y lenguaje son realidades en los laberínticos movimientos de la invención. Son la luz de los eventos tejidos desde las nuevas demiurgías operarias en el consciente de las esencias posmodernas.


El inconsciente es ese espejo donde sucesos, hechos y aconteceres como cosas de la existencia real concreta o como cosa soñada, en fin, como imagen, se desmaterializa sueño y realidad del otro mundo, el de la incorporeidad astral. Allí es el omnisentido. Allí es el metasentido. Allí ese hipersentido se figura sistema virtual en la memoria de lo inconsciente que se genera y se reproyecta en el fuselaje pendular del lenguaje (metalenguaje) produciendo un habla poética sintomática de lo real verdadero, siendo esta verdad -en ese espacio- efímero eterno en retorno de lo distinto y lo igual cambiante.


Así el sueño es eterno y lo eterno es sueño. Sueño y eternidad aquí se juntan como movimiento de la astralidad real cambiante en lo permanente que se da en la memoria corpórea del ser volitivo. Aquí se preludian y se consecuencializan deseos y tejumbres que se aposentan como verdades en el diarismo onírico del hombre creador.


El sueño-deseo se importantiza en el momentum de lo eterno que se crea como eje-guía del lenguaje de la realidad poética. El sueño se pluraliza en retorno y entra en comunión evocadora de esa realidad virtual donde se hace posible, o mejor, donde se corporiza en recuerdo pasado o visión futuro y donde lo poético se eterniza en su movimiento de tiempo presente. Así, ese decir, un tanto nietzscheano, se especula desde la mirada intuitiva e instintiva de lo irracional cognitivo y afectivo del lenguaje, que se vierte metadiscurso en el devenir codigal, sígnico y simbólico del pensamiento, en su especificidad onírica que hierve en el omnisentido de lo expresado.


Estas instancias desvelan los tejidos del órgano poético hilvanados en niveles comunicantes de lo sugerencial artístico donde se re-construyen diversos metasentidos y diversos diálogos idiomáticos de los sueños referencializados desde lo real verdadero. Desde aquí, pensamiento y lenguaje, visibilizan la imagen interjectiva y conjuntiva en donde sueño y realidad exponencian lo creado como metacreación o metapoema.


Así el sistema poético nominado metapoesía se apropia y se funda una exuberante flora parida de simbología automática y dinámica pragmatizando un “lenguaje de los sueños” en el decir poético y en toda inventiva escritural y creativa. El rasgo distintivo de este lenguaje aflora desde las esferas interpretativas de los sueños de Sigmund Freud y desde el manifiesto surrealista de André Bretón. De ahí que el “sueño como lenguaje de la realidad poética” se defina e inscriba en un neosurrealismo trascendente que, partiendo del tecnicismo sicoanalista, alcanza una verdadera “semántica del deseo” como la teorizada por Jorge Piña en su ensayo “LOS SUEÑOS: semántica del deseo”, siguiendo a Ricoeur.


Así sueño y creación quedan refundidos mediante los automatismos del pensamiento lógico de lo real que se hace lenguaje en los espacios del subconsciente sincerizando mecanismos y sistemas de elaboración que hoy decimos neosurreal trascendente, ya que se hace de lo sustancial del sueño un lenguaje de creación artístico-poético (metalenguaje para metapoesía) desde la concreción evocativa de los diferentes tendidos del deseo, lo cual en el humano es ansiedad de ser perteneciéndose.


Este recorrido describe para nosotros un porqué el sueño es lenguaje de la realidad creativa, un porqué el sueño es arte poético involuntario en el entendido de Ricoeur, y otro porqué el poema es metalenguaje de acuerdo al manifiesto metapoético.


Este sentido de ver el sueño en la realidad del poema como lenguaje, vigoriza su ancestralidad sicoanalítica y surrealista trascendiendo las múltiples realidades que se sueñan o que en sí mismas son sueños.


Se trata de transmutar esas emociones humanas desde su purificación astral y corporal haciéndolas sentido sincrónico a la génesis de la esencia del ser en la memoria y lo textual. Se trata de armar y guiar los nuevos giros y movimientos de lo poético artístico subvirtiendo las formas desde los laberintos del sueño.


Es así como deseos y aspiraciones del ser devienen desde lo real y lo onírico en creación, siendo lo creado realidad en el sueño y el sueño realidad en lo creado. Se trata del metacrear. Se trata del metahablar. Del metadecir. Se trata –en el sentido metapoético- de “incitar una concepción novedosa y única de la escritura como posibilidad de ser crítica, lectura y escritura”, pero entendida esa incorporación concepcional de lo nuevo desde la praxis del sueño como lenguaje de la realidad poética que se redefine metapoesía.


Así, el sentido es el metatexto, el metadiscurso, el metapoema. En él o en ellos el sueño es lenguaje y el lenguaje es realidad poética que se fragua en sentido polidireccional, porque todo se dirige desde la luz neosurreal trascendente siendo la literatura un sueño dirigido en Borges.


Ese sueño-literatura-arte, aun siendo infinitamente cambiante y dirigido desde las esferas hipersensibles del ser, es metáfora ardiente de la realidad y es en el espacio del subconsciente donde se abanica real refrescando con torrencial imaginario el cuerpo sediento que se transfigura luz y movimiento en la diurnidad creativa de lo textual metapoético.


Estas imágenes crecidas son reflejos materializados en lo poético como lenguaje de la realidad soñada o real. Este lenguaje neosurrealista trascendente y sus metasentidos posibilitan el nuevo discurso en el sistema cinético del poema. En él asciende y brilla la metacreación sugerencial. En él ondula el viento la espesura de su decir. El sueño es en él lenguaje de todas las formas y las formas hablan el lenguaje del sueño en lo creado. Sueño y forma son todas las aristas del prisma que cierne poesía desde el subconsciente.


Esta apuesta desde el sueño como lenguaje es otras vertientes, otras miradas de las esencialidades metafísicas del ser que se cuajan en el crisol vivencial plasmado y soñado en la sustancia poética.


El sueño es el lenguaje de lo performativo. Es el espacio donde los juegos de lenguajes se pluralizan múltiples dándose la condición de posmoderno. Es el zumo de lo metapoético. Éste surca en apacible calma las turbulentas corrientes del río apurando las orillas del texto. Alcanzarlo es empalmarse en lo concreto del sueño o en su abstracta realidad donde “refulge el tiempo y soñar es saber” como Paul Valery en un vuelo de paloma subvertido.

En Bernardo Silfa Bor, los caminos de la luz tienen ecos y espejes

Por Virgilio López Azuán

“Sólo le pido a Dios que el

dolor no me sea indiferente”





La poesía siempre ha sido un instrumento para perpetuar la memoria histórica de los pueblos, es un encuentro con los espacios sensibles del alma humana para construirnos humano, una dimensión que alcanza la suprema visión de lo eterno, la magia del cosmos. Nos pone en contacto con nosotros mismos y las criaturas del universo. Es capaz de enseñarnos que la humanidad se resume en uno mismo y uno mismo se resume en la humanidad. La poesía es expresión, es grito, es la suprema paz del Ser y su profunda rebeldía. Todo cabe en la poesía. Podemos vaciarnos en ella como agua a los cántaros, podemos beberla como esponja celeste.

Nadie se sustrae a la explosión de un verso, a las roturas de los espejos que producen los verbos ni la rabia de los ecos que se repiten al infinito.

La historia de la humanidad, de los explotados, de los extinguidos, tiene su espacio en la poesía que estremece, en la denuncia de la barbarie y la sórdida avaricia del hombre.

El tema indígena, negro e hispánico; el tema del sincretismo ha sido objeto de inspiración de poetas, en el Caribe, América, Europa, Norte América y muchas partes del mundo.

Tenemos las muestras poéticas, que no olvidaron el sufrimiento, la explotación de los indígenas, de los negros y el impacto del blanco en tierras de América: sus mitos, sus leyendas y su cultura en sentido general. Cabe mencionar a un Nicolás Guillén; un Pablo Neruda, un Palés Matos, por sólo mencionar tres casos.

Estos temas siguen calando en las profundidades de la conciencia humana, por atroces e impresionantes. No importa cuanto tiempo pase.

Por eso la irrupción en el espacio poético dominicano del libro “Hacia la Otra Senda de la Luz” de Bernardo Silfa Bor, nos asalta cuando las puertas del tercer milenio se abren de par en par, cuando en el momento hay un síndrome de las utopías, que se combaten con uña y dientes para desentrañar los misterios de la tierra, del universo, de la luz.

Desde tiempos inmemoriales se busca la luz, en el plano físico y en el plano espiritual, y aunque en el plano físico tenemos grandes avances, estamos siempre librando una gran batalla para encontrar la luz en el plano espiritual. A pesar del Siglo de las luces y los avances modernos hay momentos de oscurantismos. El camino de la luz siempre se está descubriendo, aunque no por muchos transitados. También, nos dimos cuenta de que hay otros senderos anchurosos por demás, que nos conducen a la magia utópica de las eternidades en luz, o por lo menos nos pone a pensar en ella. Y siempre será así, por que por una utopía que muere hay mil espejos reproduciendo utopías que se suceden espontáneas.



Los Misterios de la Luz



¿Será la luz la gran avenida que nos conduce a develar las utopías? ¿Será el espejo quien nos devuelve la imagen para no perder el sentido de lo infinito? ¿Serán los ecos la materia física que nos sirve para despertar a cada instante y reconocer nuestra identidad?

Cada cual quiere ver la luz porque es lacerante vivir entre oscuridades, hay “retiros hacia la luz” para auscultar tiempos mejores, la augusta felicidad del cosmos.

¿Será la luz la felicidad? ¿Cuáles misterios tiene la luz? ¿Cuáles son las luces de la felicidad?

Este laberinto de preguntas se agolpa y forma un redondel que se pierde en los espacios más remotos de la imaginación.

Los misterios son los retos de siempre, ahora son más que siempre. Misterio que asalta, misterio que se devela; utopía formada, utopía fulminada. Así de sencillo, pero cada vez más rápido, a mayor cantidad de megaherz.

El ser humano tiende hacia la luz, la busca como perro sabueso, la ansía, con esos deseos sobre humano hasta morir. Nadie sabe cuáles son los misterios de la luz, y esa es la utopía que vive allende el espíritu.

Cada persona anda con sus pies hinchados de luz, cada quién anda con un susto de sombras creadas e increadas, cada quién es bueno en su primigenia verdad, cada quién viene y va, se acuesta y se levanta, saluda al sol y combate la noche con los sueños.

Para Bernardo Silfa Bor producir su obra “Hacia la Otra Senda de la Luz” fue una batalla contra las sombras, fue un a batalla en la luz por la luz, desde cualquier dimensión que usted lo vea, es así. Pero como Silfa Bor venció las sombras, quiero estar junto a él en la “batalla de la luz”.

El material poemático de su obra es fraguado en la luz, rociado por espejos que multiplican imágenes trascendentes. Él es un espanto de ecos, una filigrana de soledades. Él logró colocarse frente al espejo y rescatar su propia identidad que adoloridamente descubría desde su “otra orilla”, desde su desdoblamiento, su profunda sincerización clama.

Los versos de “Hacia la otra Senda de la Luz” evocan el sincretismo que nos hacen ser, el aborigen, el negro, el blanco: esa mezcla de razas de “ayer mañana hoy”.

En “el trajín del espejo”, allí “vuelan en bandadas areitos y miradas”, que no es más que la imagen-recuerdo, y un olvido echo de ausencias.

Hay un acercamiento hacia el recuerdo, que el recuerdo mismo se hace imagen evaporando distancias “Cruzo a mi tiempo de caldero con tus trastos de arcilla en los sueños donde me evaporo hacia ustedes”. Se verifica la fusión, una identidad dual: “Salimos a los ojos de todos pisados sujeto a mí mismo.” Creo que el poeta en la búsqueda de su identidad, multiplica sus identidades, construye un ente dual, él mismo y él ellos.

Hay un vuelo “ Salgo de todos caritas espacios espinosos altura fósiles que bailan y cantan bajo los ecos que nos dejaron reflejados” Un vuelo por el recuerdo, por las zonas espinosas como aquellas de la Sierra del Bahoruco y los petroglifos de La Descubierta (Las Caritas) que son la memoria gráfica de los aborígenes.



La Afirmación y el Descubrimiento



En el poema “Afirmación” (Pág. 25) se retrata de manera más clara la fusión que aduje anteriormente y el mito indígena-autor se hace verso. “Cómo dejarte si soy tú mismo grito montaña Simbiosis en el agua Cómo dejarte si eres yo mismo”. Este poema evoca el “Descubrimiento de América” que impactó en la isla de manera tal que se verificó un proceso de aniquilación de los indígenas del continente y las islas, y que el poeta trae entre versos e imágenes.

En Santo Domingo, y en toda América se conmemoró el V Centenario del “Descubrimiento y Evangelización de América” en el año de 1992. Se celebraron actos, protestas; se erigieron monumentos y no faltó la represión y las muertes innecesarias. Los pueblos indígenas hicieron sentir su voz entre la explotación y la marginación a los cuales estaban y están sometidos. Fue un espacio, fue un tiempo para gritar a todo pulmón 500 años de opresión y esclavitud.

Estos acontecimientos no sólo se quedaron allí sino que intelectuales rectificaron su visión teórica de enfocar el tema indigenista. Poetas, narradores, dramaturgos, artistas plásticos, folcloristas y otros creadores hicieron sus aportes en esta fecha histórica. Cada grupo, según su concepción cultural, étnica, política y social hizo sus interpretaciones y presentó su verdad.



El sincretismo



El libro “Hacia la Otra senda de la luz” es un homenaje a los taínos, a los indígenas de América, es un homenaje al negro y al secretismo con el blanco. No es un texto antihispánico, es un texto de dolor por la esclavitud, por la opresión.

En una obvia alusión al negro y al indio en la explotación de ellos y la caña, nos dice:

“Busco tu nombre de bemba esquina morena en los barrios y en mis cuerpos picados de caña costumbre milenaria adicta al ingenio” Ahí esta la molienda, ahí esta el ingenio. , símbolo de los trabajos forzados. “Busco todos los nombres en el café molido y en los alzados dientes busco tu nombre fauces de lomas en los sueños cimarrones y en las calles calladas.” Y aquí surgen los sueños de libertad cimarrona. Este poema “Busco tu nombre” es donde más se manifiesta el sincretismo cultural de la isla “Busco tu nombre en el negro de aborigen blanco”, “busco sus nombres en el mío y los encuentro húmedo de arritmia con la nariz aplastada con el deseo diminuto de Ser vaporizándote tarde areíto tambor atabales coronas y mangúes”.

El poeta sigue la búsqueda de su identidad ancestral y la encuentra en el mito, en el grito y la negación de “nosotros mismos”. Es una manera de explicar la enajenación, la perdida de nuestra identidad cultural. Nos buscamos a nosotros mismos en el mito, en el grito y la negación. Simplemente lo hacemos porque nos han condicionado a ser lo que no somos, a pensar lo que no pensamos, pero nunca ese proceso de alineación podrá hacernos no sentir lo que sentimos.



Las imágenes



Hay imágenes en “Hacia la otra senda de la luz” que son profundamente iluminadas “Te me vas como otoño de las manos río abajo” o “... mientras se me va este otoño peregrino de los ojos”. Y profundamente oscuras, como estas: “avanzan ciego los vientos cabalgando tus opúsculos de ausencia” o “porque ya estamos sin huesos las calles sin labios y los ecos apagados en la sombra”.

Hay una carga de imágenes en la obra que se puede decir que la misma esta hecha de espejos, de luz, aunque a veces nos asalte “sueños de espejos opacos”. Si se desea entender la obra por medio de la razón, abra que sudar razones, en cambio, en la misma hay una invitación al tránsito de laberintos confusos para salir bañado de orígenes.

Son imágenes “que bailan y cantan bajo los ecos que nos dejaron (dejan) reflejados. Son imágenes que salen de una dimensión intemporal “te me estás yendo a otro sueño tal vez donde estuvimos ahora o donde estamos mañana húmedos de ausencia”

Vea ahora estas expresiones “Miel de piedra”, “pupilas de otros labios”, “frontera de las llamas” y “hongo de espejo”, son vértigos de antimetáfora que buscan su definición en el poema, que buscan la definición del poeta, en la otra senda de la luz. Esas imágenes están en los versos del libro, buscando significado, encubando su identidad.

Hay versos están tan “crecidos” que los siento antiverso, antiimagen o simplemente me incomunican, me cierran las puertas hacia donde “se destejen los laberintos de los ecos” ¿Será en estos laberintos que hay más dolor increado, hay un síndrome de soledades infaustas?

Y aquí viene el debate del poema y antipoema, de la libertad que tiene el poeta para expresarse, no de descifrar el poema, sino de sentir el poema.



Aproximación



Tengo la impresión de que la poesía sencilla suele ser más profunda que la poesía profunda. Cuando la poesía es sencilla, en un verso cabe el universo, un mundo de imágenes que provocan un concierto multívoco en el lector. Tiene un sentido diferente para cada lector, y estos sentidos fluyen, circulan como sangre por las la venas y nos abre las posibilidades de sentir aquello que jamás sentiremos otra vez, porque siempre será diferente le grado auscultación de nuestra humanidad.

En los versos de “La Otra Senda de la Luz”, aunque hayan antiversos, antiimágenes, es en el único texto que estas se justifican porque el poeta nos introduce al “Laberinto de los ecos”, nos hace chocar con los Elementos y araña el origen de lo que él define como la luz. Allá en ese laberinto que llega por el “espejo” hay “llantos salidos del vientre de los huesos estruendo crecido de los ecos”. Ya vemos, el llanto viene de los ecos, el “ llantos que nos deja en el fondo del espejo”

En las palabras hay un beso de los Elementos, un par ordenado “airefuego”, “aguasuelo” y nos lleva a las corrientes del cosmos, a los “ríos zodiacales de los cuerpos”

El poema “Reflexiones” que dedica a su amigo Efraín Ortiz, vilmente asesinado en la llamada “Caminata Cimarrona” en protesta por la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, culmina su viaje por los “laberintos”.

De verdad que estoy abrumado por la propuesta poética de Bernardo Silfa Bor, él quiso cantar el dolor de nuestros orígenes, él quiso decirlo y lo dijo. No creo que fuera un gran conductor de estructura de versos por esos caminos donde nos llevó, pero para andar esos caminos hay que tener una profunda sensibilidad social, hay que saber “compendiar el dolor humano”, como lo hizo Vallejo, como lo hizo Miguel Hernández, hay que hacerse dolor para transmutar la luz.

En “Hacia la Otra Senda de la Luz” hay un vértigo de espejos y de ecos; de imágenes y de cristales. Existe la magna tentación de transitar otros caminos para encontrar la luz, aunque nos cueste la plenitud del poema. Porque “somos lo que seremos en la infinita luz del verbo”