Bienvenidos a estas palabras del alma. Que todos nos reencontremos en el instante de su eternidad.

EL SUEÑO COMO LENGUAJE DE LA REALIDAD POETICA































Bernardo Silfa Bor



Ponencia para el I congreso mundial de la Metapoesía, Santo Domingo, Distrito Nacional 10, 11, 12 y 13 de octubre 2003.





Desde estas orillas cruzadas entre sueño y realidad arden en llamas líquidas ideas interrogantes que fluyen y refluyen incisivas como eterno reflejo de los ríos heráclitos. Así el sismo poético que se deconstruye en la hoguera laberíntica del poema desde esas instancias reales del sueño reflejo reproduce en la memoria catalítica imágenes que dicen respuestas a los posibles sentidos de los sintagmas que siendo sueño se fundan lenguaje en la realidad poemática.


El sentido de las ondas y las olas que se advierten altibajos en las aguas léxicas de los lenguajes poéticos que se deshacen como vampiros en los espejos de la terminante modernidad es lo que permite plantear –sin negación de la tradicionalidad- nuevas dinámicas de sistemas, estructuras y lenguajes de escritura y creación. Estas voces de innovación pululan como microcosmos en evolución como lo fueron las vanguardias del pasado siglo.


Así, desde la mirada de la metacreación, se genera la creencia “en la materialidad del lenguaje como dimensión de una nueva y renovada realidad verbal ultra y postmoderna que no deja de reinscribirse en el inconsciente como sueño”. He ahí nuestro escenario témico: sueño y lenguaje como realidad del poema.






¿Es el sueño lenguaje de lo real o lo real es lenguaje del sueño?






Ambas instancias se dan a lo unísono. Ambas se vierten pensamiento. El sueño es una forma del pensamiento. El pensamiento circunda las formas del sueño. Lo presenciabiliza. Le transfiere concretividad en tanto se manifiesta en la cosa poética. Así pensamiento y sueño son lenguajes que iluminan la realidad en vigía.


Si se afirma que el sueño es lenguaje de la otra realidad (la onírica) subvertida en la cinética geográfica del imaginario poético, es indicativo entonces el flujo palpitante del metadiscurso en los decires actuales de algunos autores, desde la reafirmación de las teorías sicoanalistas de Freud, Lacan, Jung; desde la poetisidad simbolista de Baudelaire, Rimbaud, Lautreamont, Valery; así como desde las especificidades surrealistas de Bretón y el Capital del Dolor Eluard.






Para ser verídico al afirmar o negar estos rasgos, que ya se dicen posmodernos desde la mirada tropical del Caribe, hay que dudarse y dudarlos constantemente porque somos de una u otra forma - y todo es- una realidad soñada o un sueño real. Somos en un mismo espaciotiempo realidad y sueño. El límite es el lenguaje, el que es metalenguaje. Ese donde se funden estas sustancias como poema (metapoema). De ahí que realidad existente es la que circula la corporeidad subterránea del poema mismo. De ahí que no se afirme ni se niegue en esos planos, sino sólo se discurra entre una u otra realidad, siendo un mismo discurso, el metadiscurso.


El metaidioma o la metalengua se dice instancia aglutinadora, espacio de posibles compartires y, acertada y perpetua fijación de legados y tradiciones de la mitoexistencia humana. La lengua onírica es registro de lo hablado individual colectivo y de lo libre abierto como morada de los metalenguajes. Esos espacios posibilitan decires y hablares ontológicos de la oralidad y la escritura reproduciendo “las voces de la memoria” del ser y el no-ser en vigía recurrente. Es el sueño realidad siendo en el poema. Es la realidad en su extensión siendo en el sueño. En ambas instancias es el metapoema. Es el lenguaje tiempo pensamiento siendo en el metadiscurso de las sustancias creadas. Es la lengua espacio metapoético donde la totalidad reside como fuente inagotable de creación. Es el sueño lenguaje de esa “poesía que se hace de poesía”, porque se trata de inventar y reelaborar el poema con la poesía de la metahibridez.


El inconsciente, desde ahí, se abre espejo residencial y confluencial de los posibles registros y símbolos del sueño, entendiéndolo y asumiéndolo como reflejo de lo real o lo irreal imaginable. Sueño y realidad se acercan como “imagen y posibilidad” caleidoscópica del sentido circular y polidireccional que se signa en toda creación onírica. Ambas instancias, en lo poético, se mueven con sentido de paralelidad laberíntica cuyas fronteras opuestas se intersecan en la fundición y alzamiento del espejo permitiendo su función dual de reflejo en la memoria del texto. Sueño, texto y lenguaje son realidades en los laberínticos movimientos de la invención. Son la luz de los eventos tejidos desde las nuevas demiurgías operarias en el consciente de las esencias posmodernas.


El inconsciente es ese espejo donde sucesos, hechos y aconteceres como cosas de la existencia real concreta o como cosa soñada, en fin, como imagen, se desmaterializa sueño y realidad del otro mundo, el de la incorporeidad astral. Allí es el omnisentido. Allí es el metasentido. Allí ese hipersentido se figura sistema virtual en la memoria de lo inconsciente que se genera y se reproyecta en el fuselaje pendular del lenguaje (metalenguaje) produciendo un habla poética sintomática de lo real verdadero, siendo esta verdad -en ese espacio- efímero eterno en retorno de lo distinto y lo igual cambiante.


Así el sueño es eterno y lo eterno es sueño. Sueño y eternidad aquí se juntan como movimiento de la astralidad real cambiante en lo permanente que se da en la memoria corpórea del ser volitivo. Aquí se preludian y se consecuencializan deseos y tejumbres que se aposentan como verdades en el diarismo onírico del hombre creador.


El sueño-deseo se importantiza en el momentum de lo eterno que se crea como eje-guía del lenguaje de la realidad poética. El sueño se pluraliza en retorno y entra en comunión evocadora de esa realidad virtual donde se hace posible, o mejor, donde se corporiza en recuerdo pasado o visión futuro y donde lo poético se eterniza en su movimiento de tiempo presente. Así, ese decir, un tanto nietzscheano, se especula desde la mirada intuitiva e instintiva de lo irracional cognitivo y afectivo del lenguaje, que se vierte metadiscurso en el devenir codigal, sígnico y simbólico del pensamiento, en su especificidad onírica que hierve en el omnisentido de lo expresado.


Estas instancias desvelan los tejidos del órgano poético hilvanados en niveles comunicantes de lo sugerencial artístico donde se re-construyen diversos metasentidos y diversos diálogos idiomáticos de los sueños referencializados desde lo real verdadero. Desde aquí, pensamiento y lenguaje, visibilizan la imagen interjectiva y conjuntiva en donde sueño y realidad exponencian lo creado como metacreación o metapoema.


Así el sistema poético nominado metapoesía se apropia y se funda una exuberante flora parida de simbología automática y dinámica pragmatizando un “lenguaje de los sueños” en el decir poético y en toda inventiva escritural y creativa. El rasgo distintivo de este lenguaje aflora desde las esferas interpretativas de los sueños de Sigmund Freud y desde el manifiesto surrealista de André Bretón. De ahí que el “sueño como lenguaje de la realidad poética” se defina e inscriba en un neosurrealismo trascendente que, partiendo del tecnicismo sicoanalista, alcanza una verdadera “semántica del deseo” como la teorizada por Jorge Piña en su ensayo “LOS SUEÑOS: semántica del deseo”, siguiendo a Ricoeur.


Así sueño y creación quedan refundidos mediante los automatismos del pensamiento lógico de lo real que se hace lenguaje en los espacios del subconsciente sincerizando mecanismos y sistemas de elaboración que hoy decimos neosurreal trascendente, ya que se hace de lo sustancial del sueño un lenguaje de creación artístico-poético (metalenguaje para metapoesía) desde la concreción evocativa de los diferentes tendidos del deseo, lo cual en el humano es ansiedad de ser perteneciéndose.


Este recorrido describe para nosotros un porqué el sueño es lenguaje de la realidad creativa, un porqué el sueño es arte poético involuntario en el entendido de Ricoeur, y otro porqué el poema es metalenguaje de acuerdo al manifiesto metapoético.


Este sentido de ver el sueño en la realidad del poema como lenguaje, vigoriza su ancestralidad sicoanalítica y surrealista trascendiendo las múltiples realidades que se sueñan o que en sí mismas son sueños.


Se trata de transmutar esas emociones humanas desde su purificación astral y corporal haciéndolas sentido sincrónico a la génesis de la esencia del ser en la memoria y lo textual. Se trata de armar y guiar los nuevos giros y movimientos de lo poético artístico subvirtiendo las formas desde los laberintos del sueño.


Es así como deseos y aspiraciones del ser devienen desde lo real y lo onírico en creación, siendo lo creado realidad en el sueño y el sueño realidad en lo creado. Se trata del metacrear. Se trata del metahablar. Del metadecir. Se trata –en el sentido metapoético- de “incitar una concepción novedosa y única de la escritura como posibilidad de ser crítica, lectura y escritura”, pero entendida esa incorporación concepcional de lo nuevo desde la praxis del sueño como lenguaje de la realidad poética que se redefine metapoesía.


Así, el sentido es el metatexto, el metadiscurso, el metapoema. En él o en ellos el sueño es lenguaje y el lenguaje es realidad poética que se fragua en sentido polidireccional, porque todo se dirige desde la luz neosurreal trascendente siendo la literatura un sueño dirigido en Borges.


Ese sueño-literatura-arte, aun siendo infinitamente cambiante y dirigido desde las esferas hipersensibles del ser, es metáfora ardiente de la realidad y es en el espacio del subconsciente donde se abanica real refrescando con torrencial imaginario el cuerpo sediento que se transfigura luz y movimiento en la diurnidad creativa de lo textual metapoético.


Estas imágenes crecidas son reflejos materializados en lo poético como lenguaje de la realidad soñada o real. Este lenguaje neosurrealista trascendente y sus metasentidos posibilitan el nuevo discurso en el sistema cinético del poema. En él asciende y brilla la metacreación sugerencial. En él ondula el viento la espesura de su decir. El sueño es en él lenguaje de todas las formas y las formas hablan el lenguaje del sueño en lo creado. Sueño y forma son todas las aristas del prisma que cierne poesía desde el subconsciente.


Esta apuesta desde el sueño como lenguaje es otras vertientes, otras miradas de las esencialidades metafísicas del ser que se cuajan en el crisol vivencial plasmado y soñado en la sustancia poética.


El sueño es el lenguaje de lo performativo. Es el espacio donde los juegos de lenguajes se pluralizan múltiples dándose la condición de posmoderno. Es el zumo de lo metapoético. Éste surca en apacible calma las turbulentas corrientes del río apurando las orillas del texto. Alcanzarlo es empalmarse en lo concreto del sueño o en su abstracta realidad donde “refulge el tiempo y soñar es saber” como Paul Valery en un vuelo de paloma subvertido.

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