Bienvenidos a estas palabras del alma. Que todos nos reencontremos en el instante de su eternidad.

En Bernardo Silfa Bor, los caminos de la luz tienen ecos y espejes

Por Virgilio López Azuán

“Sólo le pido a Dios que el

dolor no me sea indiferente”





La poesía siempre ha sido un instrumento para perpetuar la memoria histórica de los pueblos, es un encuentro con los espacios sensibles del alma humana para construirnos humano, una dimensión que alcanza la suprema visión de lo eterno, la magia del cosmos. Nos pone en contacto con nosotros mismos y las criaturas del universo. Es capaz de enseñarnos que la humanidad se resume en uno mismo y uno mismo se resume en la humanidad. La poesía es expresión, es grito, es la suprema paz del Ser y su profunda rebeldía. Todo cabe en la poesía. Podemos vaciarnos en ella como agua a los cántaros, podemos beberla como esponja celeste.

Nadie se sustrae a la explosión de un verso, a las roturas de los espejos que producen los verbos ni la rabia de los ecos que se repiten al infinito.

La historia de la humanidad, de los explotados, de los extinguidos, tiene su espacio en la poesía que estremece, en la denuncia de la barbarie y la sórdida avaricia del hombre.

El tema indígena, negro e hispánico; el tema del sincretismo ha sido objeto de inspiración de poetas, en el Caribe, América, Europa, Norte América y muchas partes del mundo.

Tenemos las muestras poéticas, que no olvidaron el sufrimiento, la explotación de los indígenas, de los negros y el impacto del blanco en tierras de América: sus mitos, sus leyendas y su cultura en sentido general. Cabe mencionar a un Nicolás Guillén; un Pablo Neruda, un Palés Matos, por sólo mencionar tres casos.

Estos temas siguen calando en las profundidades de la conciencia humana, por atroces e impresionantes. No importa cuanto tiempo pase.

Por eso la irrupción en el espacio poético dominicano del libro “Hacia la Otra Senda de la Luz” de Bernardo Silfa Bor, nos asalta cuando las puertas del tercer milenio se abren de par en par, cuando en el momento hay un síndrome de las utopías, que se combaten con uña y dientes para desentrañar los misterios de la tierra, del universo, de la luz.

Desde tiempos inmemoriales se busca la luz, en el plano físico y en el plano espiritual, y aunque en el plano físico tenemos grandes avances, estamos siempre librando una gran batalla para encontrar la luz en el plano espiritual. A pesar del Siglo de las luces y los avances modernos hay momentos de oscurantismos. El camino de la luz siempre se está descubriendo, aunque no por muchos transitados. También, nos dimos cuenta de que hay otros senderos anchurosos por demás, que nos conducen a la magia utópica de las eternidades en luz, o por lo menos nos pone a pensar en ella. Y siempre será así, por que por una utopía que muere hay mil espejos reproduciendo utopías que se suceden espontáneas.



Los Misterios de la Luz



¿Será la luz la gran avenida que nos conduce a develar las utopías? ¿Será el espejo quien nos devuelve la imagen para no perder el sentido de lo infinito? ¿Serán los ecos la materia física que nos sirve para despertar a cada instante y reconocer nuestra identidad?

Cada cual quiere ver la luz porque es lacerante vivir entre oscuridades, hay “retiros hacia la luz” para auscultar tiempos mejores, la augusta felicidad del cosmos.

¿Será la luz la felicidad? ¿Cuáles misterios tiene la luz? ¿Cuáles son las luces de la felicidad?

Este laberinto de preguntas se agolpa y forma un redondel que se pierde en los espacios más remotos de la imaginación.

Los misterios son los retos de siempre, ahora son más que siempre. Misterio que asalta, misterio que se devela; utopía formada, utopía fulminada. Así de sencillo, pero cada vez más rápido, a mayor cantidad de megaherz.

El ser humano tiende hacia la luz, la busca como perro sabueso, la ansía, con esos deseos sobre humano hasta morir. Nadie sabe cuáles son los misterios de la luz, y esa es la utopía que vive allende el espíritu.

Cada persona anda con sus pies hinchados de luz, cada quién anda con un susto de sombras creadas e increadas, cada quién es bueno en su primigenia verdad, cada quién viene y va, se acuesta y se levanta, saluda al sol y combate la noche con los sueños.

Para Bernardo Silfa Bor producir su obra “Hacia la Otra Senda de la Luz” fue una batalla contra las sombras, fue un a batalla en la luz por la luz, desde cualquier dimensión que usted lo vea, es así. Pero como Silfa Bor venció las sombras, quiero estar junto a él en la “batalla de la luz”.

El material poemático de su obra es fraguado en la luz, rociado por espejos que multiplican imágenes trascendentes. Él es un espanto de ecos, una filigrana de soledades. Él logró colocarse frente al espejo y rescatar su propia identidad que adoloridamente descubría desde su “otra orilla”, desde su desdoblamiento, su profunda sincerización clama.

Los versos de “Hacia la otra Senda de la Luz” evocan el sincretismo que nos hacen ser, el aborigen, el negro, el blanco: esa mezcla de razas de “ayer mañana hoy”.

En “el trajín del espejo”, allí “vuelan en bandadas areitos y miradas”, que no es más que la imagen-recuerdo, y un olvido echo de ausencias.

Hay un acercamiento hacia el recuerdo, que el recuerdo mismo se hace imagen evaporando distancias “Cruzo a mi tiempo de caldero con tus trastos de arcilla en los sueños donde me evaporo hacia ustedes”. Se verifica la fusión, una identidad dual: “Salimos a los ojos de todos pisados sujeto a mí mismo.” Creo que el poeta en la búsqueda de su identidad, multiplica sus identidades, construye un ente dual, él mismo y él ellos.

Hay un vuelo “ Salgo de todos caritas espacios espinosos altura fósiles que bailan y cantan bajo los ecos que nos dejaron reflejados” Un vuelo por el recuerdo, por las zonas espinosas como aquellas de la Sierra del Bahoruco y los petroglifos de La Descubierta (Las Caritas) que son la memoria gráfica de los aborígenes.



La Afirmación y el Descubrimiento



En el poema “Afirmación” (Pág. 25) se retrata de manera más clara la fusión que aduje anteriormente y el mito indígena-autor se hace verso. “Cómo dejarte si soy tú mismo grito montaña Simbiosis en el agua Cómo dejarte si eres yo mismo”. Este poema evoca el “Descubrimiento de América” que impactó en la isla de manera tal que se verificó un proceso de aniquilación de los indígenas del continente y las islas, y que el poeta trae entre versos e imágenes.

En Santo Domingo, y en toda América se conmemoró el V Centenario del “Descubrimiento y Evangelización de América” en el año de 1992. Se celebraron actos, protestas; se erigieron monumentos y no faltó la represión y las muertes innecesarias. Los pueblos indígenas hicieron sentir su voz entre la explotación y la marginación a los cuales estaban y están sometidos. Fue un espacio, fue un tiempo para gritar a todo pulmón 500 años de opresión y esclavitud.

Estos acontecimientos no sólo se quedaron allí sino que intelectuales rectificaron su visión teórica de enfocar el tema indigenista. Poetas, narradores, dramaturgos, artistas plásticos, folcloristas y otros creadores hicieron sus aportes en esta fecha histórica. Cada grupo, según su concepción cultural, étnica, política y social hizo sus interpretaciones y presentó su verdad.



El sincretismo



El libro “Hacia la Otra senda de la luz” es un homenaje a los taínos, a los indígenas de América, es un homenaje al negro y al secretismo con el blanco. No es un texto antihispánico, es un texto de dolor por la esclavitud, por la opresión.

En una obvia alusión al negro y al indio en la explotación de ellos y la caña, nos dice:

“Busco tu nombre de bemba esquina morena en los barrios y en mis cuerpos picados de caña costumbre milenaria adicta al ingenio” Ahí esta la molienda, ahí esta el ingenio. , símbolo de los trabajos forzados. “Busco todos los nombres en el café molido y en los alzados dientes busco tu nombre fauces de lomas en los sueños cimarrones y en las calles calladas.” Y aquí surgen los sueños de libertad cimarrona. Este poema “Busco tu nombre” es donde más se manifiesta el sincretismo cultural de la isla “Busco tu nombre en el negro de aborigen blanco”, “busco sus nombres en el mío y los encuentro húmedo de arritmia con la nariz aplastada con el deseo diminuto de Ser vaporizándote tarde areíto tambor atabales coronas y mangúes”.

El poeta sigue la búsqueda de su identidad ancestral y la encuentra en el mito, en el grito y la negación de “nosotros mismos”. Es una manera de explicar la enajenación, la perdida de nuestra identidad cultural. Nos buscamos a nosotros mismos en el mito, en el grito y la negación. Simplemente lo hacemos porque nos han condicionado a ser lo que no somos, a pensar lo que no pensamos, pero nunca ese proceso de alineación podrá hacernos no sentir lo que sentimos.



Las imágenes



Hay imágenes en “Hacia la otra senda de la luz” que son profundamente iluminadas “Te me vas como otoño de las manos río abajo” o “... mientras se me va este otoño peregrino de los ojos”. Y profundamente oscuras, como estas: “avanzan ciego los vientos cabalgando tus opúsculos de ausencia” o “porque ya estamos sin huesos las calles sin labios y los ecos apagados en la sombra”.

Hay una carga de imágenes en la obra que se puede decir que la misma esta hecha de espejos, de luz, aunque a veces nos asalte “sueños de espejos opacos”. Si se desea entender la obra por medio de la razón, abra que sudar razones, en cambio, en la misma hay una invitación al tránsito de laberintos confusos para salir bañado de orígenes.

Son imágenes “que bailan y cantan bajo los ecos que nos dejaron (dejan) reflejados. Son imágenes que salen de una dimensión intemporal “te me estás yendo a otro sueño tal vez donde estuvimos ahora o donde estamos mañana húmedos de ausencia”

Vea ahora estas expresiones “Miel de piedra”, “pupilas de otros labios”, “frontera de las llamas” y “hongo de espejo”, son vértigos de antimetáfora que buscan su definición en el poema, que buscan la definición del poeta, en la otra senda de la luz. Esas imágenes están en los versos del libro, buscando significado, encubando su identidad.

Hay versos están tan “crecidos” que los siento antiverso, antiimagen o simplemente me incomunican, me cierran las puertas hacia donde “se destejen los laberintos de los ecos” ¿Será en estos laberintos que hay más dolor increado, hay un síndrome de soledades infaustas?

Y aquí viene el debate del poema y antipoema, de la libertad que tiene el poeta para expresarse, no de descifrar el poema, sino de sentir el poema.



Aproximación



Tengo la impresión de que la poesía sencilla suele ser más profunda que la poesía profunda. Cuando la poesía es sencilla, en un verso cabe el universo, un mundo de imágenes que provocan un concierto multívoco en el lector. Tiene un sentido diferente para cada lector, y estos sentidos fluyen, circulan como sangre por las la venas y nos abre las posibilidades de sentir aquello que jamás sentiremos otra vez, porque siempre será diferente le grado auscultación de nuestra humanidad.

En los versos de “La Otra Senda de la Luz”, aunque hayan antiversos, antiimágenes, es en el único texto que estas se justifican porque el poeta nos introduce al “Laberinto de los ecos”, nos hace chocar con los Elementos y araña el origen de lo que él define como la luz. Allá en ese laberinto que llega por el “espejo” hay “llantos salidos del vientre de los huesos estruendo crecido de los ecos”. Ya vemos, el llanto viene de los ecos, el “ llantos que nos deja en el fondo del espejo”

En las palabras hay un beso de los Elementos, un par ordenado “airefuego”, “aguasuelo” y nos lleva a las corrientes del cosmos, a los “ríos zodiacales de los cuerpos”

El poema “Reflexiones” que dedica a su amigo Efraín Ortiz, vilmente asesinado en la llamada “Caminata Cimarrona” en protesta por la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, culmina su viaje por los “laberintos”.

De verdad que estoy abrumado por la propuesta poética de Bernardo Silfa Bor, él quiso cantar el dolor de nuestros orígenes, él quiso decirlo y lo dijo. No creo que fuera un gran conductor de estructura de versos por esos caminos donde nos llevó, pero para andar esos caminos hay que tener una profunda sensibilidad social, hay que saber “compendiar el dolor humano”, como lo hizo Vallejo, como lo hizo Miguel Hernández, hay que hacerse dolor para transmutar la luz.

En “Hacia la Otra Senda de la Luz” hay un vértigo de espejos y de ecos; de imágenes y de cristales. Existe la magna tentación de transitar otros caminos para encontrar la luz, aunque nos cueste la plenitud del poema. Porque “somos lo que seremos en la infinita luz del verbo”

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