Psicoanálisis de Mateo Morrison
( A propósito de Estático en la memoria y otros textos)
Por Jorge Piña
“Para mí, si algo existe de coherencia en la vida,
solo puede encontrarse en los senderos de la
poesía; sin ella todo sería árido”.
Mateo Morrison.
“!Desgraciadamente el análisis debe rendir las armas ante el poeta!”
Sigmund Freud
El psicoanálisis es una búsqueda epistémica de ser. El ser de la escritura, el ser del lenguaje o el ser de los sueños. La vía regia, al desconocido campo y objeto del psicoanálisis, el Inconsciente, siempre han sido desde Freud, el producto evanescente del dormir, los sueños, siendo este nada más que una de las formaciones del propio Inconsciente. Son la poesía, el relato, la autobiografía, la escritura, formas especiales de expresión de los motivos y posibilidades de la psiquis del hombre o de la mente humana. Se pueden atrapar los móviles inconfesos del sujeto creador y poeta por el camino de una hermenéutica psicoanalítica evocada desde la “Escuela de la Sospecha”, al decir de Paul Ricoer (Freud: una interpretación de la cultura, 1970 y enHermenéutica del psicoanálisis, 1975) la que inventaron el propio Freud, Nietzsche y Marx. “Hay que dudar de todo” dirían los tres, tras descubrir el uno la plusvalía del capitalismo, el otro los falsos ídolos de la humanidad y el siguiente, la verdad oculta detrás del sexo y los fingimientos del individuo. “El yo no es amo y señor en su propia casa”, dirá Freud para desterrar al hombre de su acostumbrado narcisismo con la razón, el creerse centro del universo u objeto único de la creación de Dios, y no de una cadena evolutiva con el animal que el propio hombre es, como lo hicieron también con los descubrimientos propuestos en su tiempo, Darwin y Galileo. Así Freud y Hegel coinciden en decir la misma cosa: “La conciencia es aquello que no puede totalizarse”. La verdad del Inconciente está en los deslices suaves del lapsus, en los relatos inocentes infantiles y en las historias escondidas en los poemas, cuentos y narraciones solo veladas por los recursos literarios de deformación y figuración de la metáfora y la metonimia, homólogos del desplazamiento y la condensación, como elementos esenciales de la elaboración onírica. Estableciendo con esto, y con esta aproximación textual psicoanalítica y hermenéutica a Mateo Morrison, como objeto de una aventura del acto del deseo y desde una teoría para la comprensión literaria.
Patricia Leyack (2006) sostiene que “Freud se sirvió en distintos momentos de mitos que la literatura transporta, Edipo, Narciso, Moisés. Incluso el mito de Tótem y Tabú, que Freud inventa, ya está presente en sus notas esenciales en los mitos recogidos por Homero y más tarde por los trágicos. Esos mitos, de los que Freud se sirve, no fueron para él ejemplificaciones de lo que venía elaborando sino más bien la materia prima con la que tejió nudos conceptuales importantísimos. En la literatura él encontró verdades articuladas que elevó a la categoría de conceptos centrales. En la tragedia de Edipo, por ejemplo, él supo leer una invariante estructural del sujeto. El mito de Narciso pasó a ser, en su elaboración, un nudo constitutivo de la subjetividad. Lacan, por su parte, pudo enseñar la ética del deseo con Antígona, la tragedia del deseo con Hamlet, la transferencia con el Banquete platónico. La humillación del padre en nuestro tiempo la pudo leer en la Trilogía de Claudel. Su atenta lectura de Joyce le permitió elaborar un concepto clínico decisivo, el sinthome, artificio que algunos sujetos encuentran y en el que se sostienen para atravesar la vida, remediando la falla de su estructura.” (Patricia Leyack (2006) La letra interrogada. Editorial escuela Freudiana de Buenos Aires).
Así que para Lacan, el psicoanalista francés, la otra vuelta de tuerca del psicoanálisis post-estructuralista y postmoderno para quien, el “Inconsciente esta estructurado como un lenguaje”, completando el panorama de la posibilidad del análisis freudo-lacaniano a La Cosa literaria dominicana. Fresco, entonces, en la memoria el Premio Nacional de Literatura de la República Dominicana, Mateo Morrison, será el primer poeta dominicano, sometido, al implacable rigor del psicoanálisis postmoderno y metatextual. El Inconsciente colectivo jungiano invita a ser elucidado en quien ha sido la verdadera historia viviente de la condición cultural de los dominicanos como peso de lo imaginario, la multiplicidad poética generacional, la ficción guerrera universitaria, la formación de jóvenes, la promoción artística y cultural y la labor de trabajo social de estado y de gobierno.
No haré una patografía de Mateo Morrison ni un intento de desciframiento clínico de la personalidad del poeta, para que queden las cosas claras desde el principio y la lectura continúe y a nadie en la audiencia le vaya a dar un patatús. No. No se trata de encontrar un hombre histérico, neurótico o loco cuya pulsión agresiva frustrada por la fallida revuelta de abril del 65, sublima su dolor en la poesía y en los avatares de la cultura y el libro. Ya hace diez año escribí una patografía y radiografía psicoanalítica de una poeta y periodista nuestra. Llena de claves y de fantasmas. Y todavía corre la sangre, el odio, la revancha, la inquina y el dolor por las calles de Manhattan. En esta ocasión, como apunte breve, me voy a limitar a situar desde un libro: Mateo Morrison Estático en la Memoria y otros textos (SANTURARIO, 2009, 90 páginas, República Dominicana), un corte hermenéutico para la compresión psicoanalítica total del escritor y poeta, Premio Nacional de Literatura 2010.
“Desde el átomo gris
donde dicen se engendró
mi existencia
hasta el voluminoso cuerpo
que padezco.
Millones y millones de células
Seguirán danzando.
Yo nunca pedí nacer
Pero ya me he acostumbrado a esta vida.
¿Por qué tanta prisa?”
(Pág. 37)
Este texto tiene 11 poemas, 5 relatos, una excelente entrevista hecha por el también poeta Valentín Amaro, “Encuentro con Mateo Morrison” (desde la página 51 a la página 77), una biografía extensa y una bibliografía activa y otra bibliografía pasiva. Esto es todo lo que necesito para el psicoanálisis de Mateo Morrison. Más el hecho que fui su médico por un día en el dispensario de la UASD en fecha aproximada entre el 1992 y 1993. Entró al dispensario sudorosa y acongojado. Buscaba un médico vio que era yo y se sorprendió. Lo examiné, le tomé la presión, ausculté su corazón y lo declaré, para siempre y para mis adentro: poeta sano para toda la vida. Sorprendido estuvo Mateo de ese encuentro como lo hizo una poeta cuando yo vestido de bata de doctor, en la Maternidad del Hospital del Seguro Social, la poeta Aurora Arias, me pregunta, en una noche de emergencia, “pero Piña, ¿que tu haces con esa bata verde aquí? Y es la misma repuesta de un compañero del Taller Literario Cesar Vallejo de la UASD que en mis años de director del mismo, dijo, sí el doctor Piña, sí, sí, doctor en poesía! Es decir, que conozco al sujeto y su obra, fue mi jefe, mentor y guía en la cultura por varios largos años, desde el 1985 hasta 1993, cuando vine a residir a New York.
“El metro
Inaugurado el metro
no podrás verme pasar
en el desvencijado minibus
que unía nuestros ojos.
Elegir entre el metro
y la ventana rodeada
tu rostro es difícil.
Este me traerá miles de caras.
Pero la nostalgia me matará
lentamente cada vez que tenga
que ir al trabajo sin tu sonrisa
que ahora se esfuma
a través de los vagones
de la modernidad”.
(Pág. 31-32)
¿Qué hace que un escritor sea poeta fiel y duradero y poseso del don de la palabra y el verbo, mueva la vida, la gente, la familia hacia la incertidumbre y se lanza a conquistar al mundo y sus problemas, la cultura y sus entuertos, el arte en su inmisericordia, sin la posibilidad de la recompensa? ¿Qué está detrás del poeta Mateo Morrison como móvil secreto y como verdad no revelada aún?: ¡alguien quiere saberlo!: “las muchachas”: Dice Morrison “Ya en la escuela miraba las muchachas, las veía sonreír, las contemplaba mientras caminaban y eso me llenaba de algo que después descubrí que era poesía” (página 54). Esa verdadera patria de la infancia de Morrison que él dice que fue “agradable” y que al dedicar muchos de sus libros a sus padres (Egberto Morrison, jamaiquino, y Efigenia Fortunado, Dominicana) tuvo que ser, de nuevo la mujer, la fuente y motivaciones de la fructífera carrera del poeta Morrison. Ni el fervor por la lucha armada, por la revolución, los grupos políticos, ni las marchas militantes, ni los mítines populares llenaros los cuadernos de poesía, ni los próximos 6 hijos por nacer ni su posible carrera de médico, ni la ya anunciada, en sus sueños verbales juveniles, Generación de Postguerra. Nada pudo con el poder absoluta, in-nombrado, inmanente, omnipresente de: “las muchachas”.
A pesar de Aniversario del dolor (1973), Las Palabras están ahí (2008), entonces, por qué el debate interminable de que si Mateo Morrison es un poeta del amor o de la pólvora, el machete o el fusil: “Mi primera poesía es fundamental amorosa” (Pág. 55) y comienza parafraseando a Pablo Neruda con algo que escribió que dice así: “Veinte poemas a tu tristeza y una canción a tu belleza”. Este poema juvenil nunca llega a publicarse por razones obvias, naturalmente. Luego vendrán los “dos medios día” de acuerdo a Paz: Neruda y Vallejo, también Lorca, Miguel Hernández y Aimee Cesaire de Cuaderno de retorno al país natal. La poesía social vendrá luego como vendrán también los grupos, La Antorcha y el Taller Literario “César Vallejo” en 1979. Sus dos maestros estarán ahí: el haitiano Jacques Viau Renaud, y también Juan Sánchez Lamouth y un singular escritor norteamericano: Walt Whitman, y la admiración de su padre, el Poeta Milton de Paraíso perdido, del cual un hijo lleva su nombre.
“La esencia de la música de bob Marley
Aún no se ha captado.
Se necesitarán muchos años
para que sobre una tumba
disuelta por los aires de Jamaica
se encuentren las primeras notas
que hicieron en su guitarra
un himno que ahora oigo
desde mi iPod”.
(Pág. 35)
No es la patria bien amada, o la trinchera del honor, ni los sueños revolucionarios, ni las ganas de cambiar y transformar el mundo, lo que mueve y movió al poeta en su nacer primario infantil y fundacional. No. Son: “las muchachas”. No. No fueron “Neruda, Vallejo, Héctor J. Díaz y el Bolero”, ni “Un vendedor que prefirió la lira”, ni la “Disciplina, militancia y desprendimiento”, ni siquiera “Los coquis como afrodisíaco”, ni “Se incendiaban las sabanas tras la lluvia”. Ni las visitas de Carlos Marx o Lenin, ni las pinturas de Dionisio Blanco. Ni los poemas favoritos a Amelia Ricard, a Efigenia, su madre, sus hijas Berioska y Samantha, ni a sus otros hijos, ni a sus nietos. Ni a su primera novela: Un silencio que camina, ni la del porvenir El maestro que yacía en el tren.
Talvez Iluminada, la primera muchacha de Mateo. Pero ni mucho menos su libro “Política Cultura, Legislación y Derechos Culturales”. Ni el total de los cuatro libros que se ponen a circula hoy. Eran: “las muchachas”. Móviles y claves del ser poético de Mateo Morrison. La verdad secreta detrás de sus versos y de su pasión de siglos por la literatura, la cultura y la escritura, está en: “las muchachas” o el amor o el Eros sobre el Tanatos o el siempre “amoroso ente”. “Lo latente en Mateo, según Lacan, es una evidencia que espera su puesta en evidencia”. De ahí se deriva pues todo el “universo escriturario” de Mateo Morrison. Y es esto lo que le permite posicionarse, por más de 40 años, en el lugar del gran Otro: el “tesoro de significantes”, o de manera general, oráculo popular y estatal de la cultura dominicana. “He ahí su más genuino secreto”, dirá Freud.
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Texto leído en la puesta en circulación de cuatro libros de Mateo Morrison, Premio Nacional de Literatura 2010 de la República Dominicana: Pasajeros del aire; Política Cultura, Legislación y Derechos Culturales; Estático en la memoria y Espasmos en la noche.
Viernes 19 de Marzo, 2010.
Comisionado Dominicano de Cultura en los Estados Unidos
Washington Heights, New York.
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