Hoy, navengando por las aguas turbulentas de la internet, me he encontrado con este breve comentario que en su momento escribió nuestro muy amado y recordado Orly acerca de mi primer poemario ¨Hacia la Otra Senda de la Luz¨. Como un homenaje a su memoria lo comparto con ustedes.
Y DIJO:
Orlando Alcántara Fernández (Cristorly)
Es toda una travesía extasiante recorrer los versos sintagmáticos de Bernardo Silfa Bor, escritor azuano a carta cabal, profesor del Colegio Calazans de pura cepa, habitante feliz del orbe, del universo, en su poemario abarcante intitulado “Hacia La Otra Senda De La Luz”, en el cual logra plasmar un signo omni-poético mediante poesía, auto-poesía y poesía pura en ristre. Sus momentos son alados, acaso felices, tal vez descerrajados, quizás catárticos, y con ellos hilvana un decir propio con luz propia que hacen de sus versos-sintagmas espacios de neologismos con palabras compuestas, recreaciones de efectos emocionales con el tú, con el yo y con el nosotros, y deslices de automatismos entramados en la poesía pura que hacen de su acento un accionar pleno de un poeta que ya tan joven nos parece maduro.
La omni-poesía de Bernardo Silfa Bor es una poesía totalizante en lo primigenio de su gnosticidad, así como en su aliento genésico por excelencia. Y en este andamiaje cercenante su omni-poesía se nos presenta fundacional, enraizada en los miembros corporales, haciendo de las partes del cuerpo un elemento esencial para la auto-consciencia en que se fundamenta la Auto-Poesía (que es mejor conocida como Meta-Poesía), y en la intríngulis verbal del arcano poiético Bernardo Silfa Bor desmenuza ritmos, melodías y armonías en una musicalidad bien mesurada, verdaderamente matizada, insoslayablemente suya, propia hasta los tuétanos.
La omni-poesía de “Hacia La Otra Senda De La Luz” es todo un hallazgo que merece ser vivenciado a fuego lento, pues su lectura es rápida, meteórica en las 111 páginas, en lo esmerado de su edición tanto en lo gramatical, ortográfico y en el formato. Es un poemario que se nos antoja esencial para las futuras generaciones de poetas interesados en ver un tipo interesante de poetizar en múltiples dimensiones, con verbalizaciones activas, dinámicas, con reflexiones prístinas sobre nuestra identidad aborigen, negra y blanca.
Y en medio de tantas tecnicidades, Bernardo Silfa Bor muestra un lado exquisito de lirismo desbordado en innumerables versos sintagmáticos que hacen de la lectura lineal una lectura calidoscópica insertada en el espejo de sus ojos, arrebolada en el sonido de su imagen, desentrañada en la tez de su carne litúrgica.
La gnosticidad está presente aquí y allá con ciertos atisbos innegables de espiritualidad. De comunión con las esencias. De vislumbre de esa luz infinita que Bernardo Silfa Bor preludia en la Cruz de Cristo. Esa misma Cruz salvífica que permanece en silencio y es testigo ineluctable de su cuerpo líquido, pues su cuerpo líquido es la sangre, la misma sangre que muy bien puede ser la sangre expiatoria de nuestro Señor, Salvador y Dios Jesucristo. ¡Amén!
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