Al abrir esta novela del escritor dominicano William Mejía, le viene a uno la sensación certera de que “ a veces la tierra se abre de verdad”. Yo confieso – no a los niveles de Neruda- que ante mí esta rosa se abrió de verdad a la tierra. Yo testimonio –jamás como el Cristo- que esta rosa surca en tensión lo conversacional como fundamento real del papel que se le ha conferido en este drama sociohistórico existencial en el contexto de vida.
Aquí la rosa se presenta como prueba tipológica palpable y comprobable de actitudes de no sumisión, de no pérdida de igualdades, de no dejarse apabullar o avasallar por el peso negruzco del poderío mezquino enquistado en las mentes de las vilezas “Brutocráticas”, que por accidente germinaron en el jardín rosagante y rosamante de la nación al iniciarse la década treintista del siglo pasado en esta media isla caribeña.
La Rosa se abre al decir, al contar; se abre a la estructura de este texto vivencial y tipológico en el cual se delínea toda una socioantropología textual y referencial del accionar terrorífico dirigido por el genocida Rafael Leonidas Trujillo.
El texto de Mejía trasciende el artificio meramente narrativo al describir majestuosamente las barbaries acometidas por los esbirros del tirano en nombre suyo, en el sembradío de Centros de Torturas, como ese donde se desarrolla y desenlaza esta novela. Indudablemente que me refiero al que existió en la Azua del Vía, bajo el manto dulce y apacible del simple producir materia prima de hoja de sisal, el cual denominaban El Sisal.
Es ahí, y no en otro lugar, en ese centro de tormentas, azotes y fiebres mortales que se incrustan hasta en los pensamientos, donde la Rosa Daniel Pérez se muta grito, dolor, retorcimiento, alerta sustancial contra lo atroz, lo vil, lo canalla, lo infame, lo cruel, lo sintéticamente inhumano. Es desde ahí, que ella, la Rosa quintaesencia del autor, se hace valor, verdad y libertad, aun en el primero de sus ensueños de mujer. Es en ese lugar, desde donde ella se levanta con sus prendas preciadas de amorosa pureza cual paloma blanca, reconstruida fénix en la memoria textual que nos aporta el autor como doxa o experiencia de ese pasado reciente.
Esta Rosa en el Quinto Infierno de Mejía, es un texto-novela que su doxa textual se inscribe dentro de una temática de simbiotismo e hibidrismo giratorios en vertientes y posibilidades de lecturas y creaciones, que podrían buscarse en los estamentos postulantes del movimiento que erigieron los escritores del llamado Boom latinoamericano, así: Vargas Llosa, Fuentes, Cortázar, Márquez, Onetti, Benedetti…
La experiencia o elemento doxal inferido por Mejía en esta trama, nos refiere innegablemente, sin ambivalencias ni encrucijadas lingüísticas, pero sí con exquisito imaginario poético, a una sustanciación histórico-social -prácticamente desconocida en su esencia- que el escritor nos presenta al través de un temático amoroso como eje transversalizador en planos horizontales del guión secuencial de lo narrado.
Cuando hemos dicho que el texto-novela de Mejía se abre en una temática simbiótica e híbrida, es porque el mismo deviene en un planteo de estructura lineal en el desarrollo, como espacio confluencial de argumentos amorosos como categoría de pureza, nobleza, persistencia, valentía y sacrificio sublime junto a otros argumentos históricos-sociales categorizantes del régimen, que en El Sisal, representó el general Pérez azote y los secuaces del sistema tras la máscara dramática del laborismo simple en la producción de fibras. Estas fibras en el texto han sido convertidas por el narrador-novelista en múltiples hilos conductores por donde nos hace llegar al zumo argumental de su historia al desgarrarnos el sentido sensitivo, como un río en su impulso de traslación ondulatorio desprende el sonido de las piedras en una componenda de aguas cristalinas que se interna en la apertura del verdiazuloso mar de la esperanza.
Y es temática híbrida, en tanto, produce una sintonía de acciones que finalizan en los planos sociosentitivos, en la coexistencia y solidaridad de los tipos-humanos respecto a sus circunstancias actuantes derivativas en niveles de planeaciones en los espacios-tragedias en que han abismado –al unísono- por el único eje-motivo que le permite, a pesar del sufrimiento, el vivir. Aquí hablamos de ese amarse carnal y espiritualmente de carácter humano.
Este enfoque sociosentimental-históricosocial sentenciado por Mejía es, en esencia, lo que dimensiona su obra . Esto así, porque no se percibe en ella la sequedad y la aridez narrativa que caracteriza a otros escritores de novelas.
El martirologio de la rosa personaje de Mejía, aparece repentino: la joven tiene su Romeo. Así también, repentina, aparece la reacción de la madre : “no lo quiero en esta casa”. “Tales individuos no tendrán jamás ni para su entierro”. De igual forma la madre deja evidente sus monetarias razones: “!Si fuera un Viccini, un Bonetti o un Capriatti!”. La niña Rosa ya estaba vendida, aun sin comprador.
Rápidamente podemos advertir, que Mejía, arma su texto-mensaje desde tres niveles narrativos, a saber: a) Visión de lo memorial b) Visión de lo presencial presente y c) Visión de lo retrospectivo alucinante. Estos niveles estructurales son plausibles debido a la dinámica poética que se usa en torno a una estilística sencilla y fresca de narración, que hace del texto una sustancia agradable de comprensión.
En el nivel, Visión de lo memorial, el personaje clave-protagónico y primero lo es Rosa Hernández, la cual narra en su memorial en primera persona del singular, igual como narran los otros personajes en los niveles de las demás visiones; cuyos personajes claves son Daniel y el General Pérez.
Dentro de esa estructura de presentar las narraciones argumentales de cada uno de los personajes claves, la rosa textual de Mejía, se desenlaza en un tramado temporal del lustro donde se licuan vicisitudes, horrores y sentimentalismos amorosos que gesticulan el producto líquido derramado en toda la espacialidad textual.
Cinco son los años de recurrencia argumental de la Rosa en el Quinto Infierno. Así, el análisis de la estructura, mueve a considerar que toda la tejumbre de lo novelado por Mejía, se halla amparado en una equidad distributiva. Ya, porque son tres sus personajes centro-protagónicos a los cuales les ha conferido cinco tramados espaciales desde los cuales intersecaran el desenlace. En esta estructura, el autor privilegia a la Rosa de los delirios de Dan, Gravelli, Ángel y de Azote Pérez, al espaciarle un extra memorial. La trama-argumento de esta novela, el narrador-novelista, la desteje en un narrativo a escala de intervalos de uno, dos y tres en simetría argumental entre los narradores-personajes.
Este formato distributivo es lo que hace o inscribe al conjunto narrativo en la linealidad formal con elementos espirales de pozo en la secuencia lógica narrada, visible en ese esquema tiempo-espacio, temas-personajes que alimentan la sincronía de planos haciendo a sus sujetos sociosicologicamente reales al tiempo que mágicos.
Esta novela, a pesar de su aparente sencillez estructural y argumental, se desenlaza en planos espaciales entre los cuales llama la atención el físico-geográfico, en el cual el escritor desvela su origen comunal, que es el pueblito de San Miguel, tal que Márquez con su Macondo. Ahora bien, por la temática vertebral de la obra, la comunidad-tipo no es San Miguel, sino La Plena de Azua, espacio-lugar donde se ubicaba el centro de terror que describe Mejía en la novela.
Desgarrantes y atemorizantes son los episodios que nuestro autor ha estampado en su obra. Veamos a su personaje uno, Rosa Hernández:
“ Hoy se me eclipsó la existencia”. “Estoy aquí en donde los detalles se hallan encerrados entre cajas fuertes, y en donde yo, como prisionera sin proceso, me consumo en el laberinto del sopor”.
Esta mujer, ya casada con el hombre que nunca amará –un Gerontocrático, para usar el termino del autor, que le buscó su madre- se siente mutilada, abatida, aplastada, prisionera sicoemocionalmente de sí misma y socioeconomicamente de su esposo-comprador Ramón Gravelli, situación que le robustece un perfil reprimido de convalecencia sexual.
El hilo narrativo muestra, más adelante, a una mujer con visos de satisfacción sexual esperanzada en que su consumación la hará sentirse nueva vez viva. Su apetencia de satisfacción carnal, ahora en verdadera ebullición, por la incitación de Ángel, le hacen transitar el acto sociocarnal de la traición:
¡Sucedió! ¡Y cuántos demonios se han abatido sobre mí!
¡Ah, expresión de gozo, esa, la de Rosa! ¡Pero efímera! Esos y otros demonios se dimensionan en ella, en el infernal prostíbulo al que fue conducida por su cobarde amante. Allí los demonios sudan océanos sobre el lomo de su pubis, océanos que se pierden en el ritmo cadencial involuntario de su cuerpo, llevándose el sabor amargo de su sexo prostituído.
En estos pasajes memoriales de Rosa, así como en los del Dan de sus “ojos de tiempo” y como en los del Azote de sus últimos días de mujer inmunda, se desvelan unos estamentos de suciedad e inmundicia nauseabunda, que todo lo permea en ese desgraciado existir bajo las políticas de exterminio y putrefacción en que ejerce el sistema contra la población encarnada en los personajes voluntarios de Mejía.
La Rosa de los infiernos pentagonales, es azotada por el hombre general y como afluente inocente desemboca en las mismas ranuras ardorosas donde ha pervivido su Dan de San miguel. Ahí, en ese Sisal de noches y días cortantes y asfixiantes, en donde hasta el mismo General Pérez es azotado por los fuegos planeadores que le persiguen desde lo más hondo de la plantación hasta el sisal espinoso de su alma, ahí es, donde la Rosa se convence de lo infernal que le deviene en lo inmediato y junto a Dan, junto al prisionero secretario del general Pérez, junto a Gravelli y junto al que fuera profesor de ella y Dan, esperanza la fuga libertaria.
El segundo personaje clave en la tejumbre de Mejía, es en el texto el tramado más aportativo de los elementos de intertextualidad visibles en todo el conjunto novelado. En estos pasajes narrados por Daniel, es donde se referencializa la leyenda de la Marimanta y la del Caballo de la Cuaresma y otros tantos elementos de la tradición que, Mejía pone a interactuar con los elementos vitales de la novela, enriqueciendo así las argumentaciones de la misma. Estos pasajes de Dan –casi tesco- abren el abanico cultural del autor al través de la configuración de una mutualidad culta asimilable en lo parlamentado para el Dan narrador y para el Pérez profesor.
Este personaje que nuestro autor ha caracterizado como Dan -lo mismo, Daniel- en la novela personifica el sentimiento antitrujillista mediante una conciencia de la libertad, de la equidad solidaria y la justicia social, rasgos que giran sin interrupciones en torno al argumento céntrico de la obra:
“Y como un acercamiento aclaratorio, se despejó la producción productiva: la ayuda mutua, el convite… Los hombres están ahí antes de romper el sol por la cresta de la serranía, mocha en mano y machete al cinto.”
En estos temas que se narran como pozos de la temporalidad lineal, se entrecruzan múltiples círculos, entorno al centro, que hacen de cada tramado textual una espiral de sentidos convergentes en el presente presencial de Dan, manifestado en recuerdos que extrapolan a la teoría nieztcheana del eterno retorno en el plano de episodios narrados en cuevas espirales, como lo grafía Mejía en este parlamento de Dan:
“Es el trayecto hacia la muerte, pensé, desde que tomaron la carretera”.
En esta novela de la Rosa en el Quinto Infierno, el personaje Dan, encarna además, - por circunstancias-, el heroísmo, la valentía, el coraje y el desenfrenado instinto de liberación. Así se verifica en este pasaje dialógico:
__ ¿ Usted hizo esto?, pregunta el Jefe Chapa.
__ Sí señor, responde Dan
__¿Y por qué así, fríamente, quemó usted ese ojo?
__ Porque si no hubiese estado frío, hubiese quemado los dos ojos.
Los planos sicosociales y políticos que objetivizan el argumento del texto-novela, adquieren dimensiones extraordinarias en el Dan confinado a ese campamento dual que significó El Sisal: plantación y campo de tortura, terror y muerte. Advirtiéndose en la novela un valor incalculable en cuanto a la propuesta-sistema de lectura abierta que manifiesta.
Hay en esta Rosa en el Quinto Infierno, un escritor planificador, un estratega de tramas y argumentos, un arquitecto estructural de alto espectro, un escritor de niveles investigativos admirables. Hay aquí un escritor que sabe que la literatura se planea esquemática y luego se pulimenta. Es decir, que estamos ante un escritor de la madurez con lo cual la obra de arte o la literatura siempre es gananciosa.
La tercera y última clave de este argumento tramado y desenlazado en la feliz comunión de los que lo iniciaron –Rosa y Daniel-, es el ya mencionado General Pérez. Estos capítulos se narran desde el prototipo comandante del infierno, el que manda en el círculo quinto, lugar en el cual pretendió frisar la imagen de la Rosa quintaesencia de la obra.
Esta conciencia del genocidio muestra en sus narratemas finísimas debilidades y el autor así lo ha dejado hablar:
“No discierno, si estoy en condición de mando o de mandado; ya que mi mente no tiene definición. Mi mente es aire comprimido en procura de una libertad dubitativa; que busca una conciencia inconclusa, imprecisa, desesperante”.
Con esta tercera clave-personaje, Mejía desvela su juego argumental, al establecer un sistema lúdico de movimiento en la supraconciencia e infraconciencia de sus personajes para entrar así a la conciencia sensitiva de sus lectores, dado a través del recurso del desvarío consciente de su personaje en la narración de todos los temores que se cohesionan en la crueldad de las acciones del General Pérez.
El elemento alucinatorio que caracteriza el actuar narrativo del general Pérez es, en la novela, un acierto innegable, ya que le imprime al argumento textual del conjunto el toque de lo mágico, fantasmagórico y mitológico, en rasgos de apariciones que le atormentan el existir de sus azotes:
“!Una sombra gigantesca surge de la hez ensangrentada y toma forma ante mis ojos no-creyentes!” “ ¡No puede ser posible esta visión! ¿Qué veo en la mente? Ese es el entierro de azote –mi entierro- “ “Salgan cabrones para que vean quien es este cojonudo general –Azote aquí alucina- ¿Por qué las guazábaras saltarinas se confunden con un espectáculo de luces artificiales para hincar la piel como si fueran millones de pirañas diminutas? – Sigue la alucinación.
Hay que decir, finalmente, que la plurisemia textual y la pluritemia argumental de la trama-novela de Mejía, son la espina dorsal de todo el proceso escritural, viabilizado en los textos pozos horizontalizados por la linealidad temponarrativa elegida por el novelista para hacer coexistir en el texto global el decir de los tres vértices que triangularizan la trama-argumenta de una Rosa en el Quinto Infierno.
Innúmeros textos-novelas se han escrito en el país acerca de la Era de Trujillo y sus particularidades, pero esta es la única novela que desarrolla la temática Sisal con las verdaderas dimensiones de su existencia. Es la única, que teniendo al Sisal como elemento principal, se introduce en la médula misma de la temática para desde allí testimoniar lo vivenciar narrado con la verosimilitud con que se narran los aconteceres de una Rosa en el Quinto Infierno y, con el alto y conciente sentido sociohistórico con el cual lo ha hecho Mejía.
Texto con el cual se le presento a la comunidad de San Juan de la Maguana (R.D.) esta primera novela de William Mejía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario