TRÍPTICO DE LA MUJER HAMBRIENTA
Beatriz Giovanna Ramírez
1
Mis monstruos han mutado.
Esa adolescente en el andén, ya no llora por sus piernas flacas.
Llora la mujer porque sus piernas no se mueven.
Los monstruos muerden los huesos, se detienen en el pelo para hacer trenzas.
Llena de dolores, con el estómago vacío, muevo los dedos suavemente.
En ese sentido, me reafirmo con esta poemática tríptica que Beatriz ha puesto en las pupilas de mis ojos lectores. Y me reafirmo en ella porque me da, también, la oportunidad de usarla para negar la sombría afirmación de que ¨cuando el poeta dialoga consigo mismo desde, y para, el otro sus acciones vitales en el poema, éste (el poeta y el poema mismo) está desandando lo ya andado por el poema¨. Y lo niego porque soy consciente de que tal afirmación significa limitarle, al texto y al autor, sus fronteras y posibilidades. En mi entender cada texto, cada autor es una múltiple infinitud de posibilidades. No existe lo finito en el poema ni en el autor de esta Era, por lo que es válido que una de las relaciones intrínsecas entre el poeta y el poema sea ese dialogo que muchos desean arrebatarle.
Desconocer ese nivel y esa relación íntima y conversacional es afirmar estaticidad en las dinámicas geométricas que respira la actualidad de los discursos poéticos y estéticos en el campo de una pragmática de creatividad como lo es el poema. Sostener estos planteamientos es asumirse desconocedor de los nuevos enfoques del pensamiento en donde el multiculturalismo y lo interdisciplinario como tendencia de actualidad solidifican el hibridismo que somos como esencias sociales, humanas y artísticas.
Desde este ¨TRIPTICO DE LA MUJER HAMBRIENTA¨ Nos circunda y nos permea el destello del arcoíris como sendas, puertas, ventanas, direcciones... como opciones posibles de ser, decir y hacer el texto desde los mismos tejidos del hambre y los delirios encarnizados poema en la mujer o /y en la mujer que dibuja el poema con su flor adolescente desde el horizonte de sus vértigos que también son los nuestros.
Así, este TRIPTICO de Beatriz, nos dice, nos enuncia, nos anuncia, nos muestra y nos denuncia las vicisitudes y los viacrucis que laceran la existencia de estas sociedades humanas adoloridas y risueñas. Y en este texto lo hace desde la otra mujer que vive en ella siendo ella y la otra en el poema como cotidianidad.
Así, también, Beatriz desde este su poema TRIPTICO, nos recuerda que nuestros monstruos siguen ahí, que nunca se han marchado, que nunca han dejado de acariciarnos el alma por más llenas o vacías que estén nuestras viseras. Leernos en su poema nos recuerda que los monstruos que habitamos y nos habitan sólo han ascendido a otro estadío de monstruosidad, el de la incertidumbre que corroe las esferas vivas de estas sociedades injustas llenas de desigualdades e ignominias que vociferan sus plegarias como dunas de voces secas en el desierto de la perversidad de este orbe.
Este ¨TRIPTICO DE LA MUJER HAMBRIENTA¨ reafirma ese dialogo del que hablo ya que él existe entre la poeta y ella con el poema; posiblemente vista desde la otra que llora o ríe, o ambas cosas, al verse y entenderse desde su imagen al otro lado del espejo como pieza importante de este puzzle de dulzura y amargura, llanto y alegría en que giramos oscilantes alejados del centro pendular.
Este poema de Beatriz es esa sinfonía que siempre me gustaría tener al alcance de mis manos para intentar entender ciertos fenómenos circunstanciales de esta vida que nos vive o vivimos.
Beatriz Giovanna Ramírez
Mis monstruos han mutado.
Esa adolescente en el andén, ya no llora por sus piernas flacas.
Llora la mujer porque sus piernas no se mueven.
Los monstruos muerden los huesos, se detienen en el pelo para hacer trenzas.
Llena de dolores, con el estómago vacío, muevo los dedos suavemente.
2
Más allá del quejido de mis tripas, me he preguntado:
¿Cuándo se come en esta casa?
3
Un hombre tararea en la carne, parecía que abría la herida ¿o la cerraba?
Una mujer dibuja una cuerda floja, resalta el vértigo y el horizonte.
Suena la flor de Rokia Traoré –ya no siento hambre- deslizando en los labios y los pies desnudos una plegaria.
Más allá del quejido de mis tripas, me he preguntado:
¿Cuándo se come en esta casa?
3
Un hombre tararea en la carne, parecía que abría la herida ¿o la cerraba?
Una mujer dibuja una cuerda floja, resalta el vértigo y el horizonte.
Suena la flor de Rokia Traoré –ya no siento hambre- deslizando en los labios y los pies desnudos una plegaria.
Una diminuta mirada al “Tríptico de la mujer hambrienta” de Beatriz Giovanna Ramírez por Bernardo Silfa Bor
Bernardo Silfa Bor
Como amante de la buena literatura cuando me acerco a un texto lo hago con la necesidad del deleite placentero y el aprendizaje que puede dejarme el autor en él. Con mi acercamiento busco conocer las circunstancias, los estados y los niveles del texto y el autor en unicidad. Esto es así porque siempre he creído que cada creador es la medida de sus vivencias, de su espacio, de su tiempo, de las dinámicas existenciales que se generan en su derredor, dentro y fuera de sí, igual sus textos. Cuando llega a mis manos un poema mi lectura raya la búsqueda en él de mí propia esencia: lo que creo, pienso, siento, afirmo, niego. En cada texto busco la satisfacción de saberme íntegramente parte de ese mundo paralelo que me goza y gozo en cada lectura. Para mí es un estadío de libertad.
En ese sentido, me reafirmo con esta poemática tríptica que Beatriz ha puesto en las pupilas de mis ojos lectores. Y me reafirmo en ella porque me da, también, la oportunidad de usarla para negar la sombría afirmación de que ¨cuando el poeta dialoga consigo mismo desde, y para, el otro sus acciones vitales en el poema, éste (el poeta y el poema mismo) está desandando lo ya andado por el poema¨. Y lo niego porque soy consciente de que tal afirmación significa limitarle, al texto y al autor, sus fronteras y posibilidades. En mi entender cada texto, cada autor es una múltiple infinitud de posibilidades. No existe lo finito en el poema ni en el autor de esta Era, por lo que es válido que una de las relaciones intrínsecas entre el poeta y el poema sea ese dialogo que muchos desean arrebatarle.
Desconocer ese nivel y esa relación íntima y conversacional es afirmar estaticidad en las dinámicas geométricas que respira la actualidad de los discursos poéticos y estéticos en el campo de una pragmática de creatividad como lo es el poema. Sostener estos planteamientos es asumirse desconocedor de los nuevos enfoques del pensamiento en donde el multiculturalismo y lo interdisciplinario como tendencia de actualidad solidifican el hibridismo que somos como esencias sociales, humanas y artísticas.
Desde este ¨TRIPTICO DE LA MUJER HAMBRIENTA¨ Nos circunda y nos permea el destello del arcoíris como sendas, puertas, ventanas, direcciones... como opciones posibles de ser, decir y hacer el texto desde los mismos tejidos del hambre y los delirios encarnizados poema en la mujer o /y en la mujer que dibuja el poema con su flor adolescente desde el horizonte de sus vértigos que también son los nuestros.
Así, este TRIPTICO de Beatriz, nos dice, nos enuncia, nos anuncia, nos muestra y nos denuncia las vicisitudes y los viacrucis que laceran la existencia de estas sociedades humanas adoloridas y risueñas. Y en este texto lo hace desde la otra mujer que vive en ella siendo ella y la otra en el poema como cotidianidad.
Así, también, Beatriz desde este su poema TRIPTICO, nos recuerda que nuestros monstruos siguen ahí, que nunca se han marchado, que nunca han dejado de acariciarnos el alma por más llenas o vacías que estén nuestras viseras. Leernos en su poema nos recuerda que los monstruos que habitamos y nos habitan sólo han ascendido a otro estadío de monstruosidad, el de la incertidumbre que corroe las esferas vivas de estas sociedades injustas llenas de desigualdades e ignominias que vociferan sus plegarias como dunas de voces secas en el desierto de la perversidad de este orbe.
Este ¨TRIPTICO DE LA MUJER HAMBRIENTA¨ reafirma ese dialogo del que hablo ya que él existe entre la poeta y ella con el poema; posiblemente vista desde la otra que llora o ríe, o ambas cosas, al verse y entenderse desde su imagen al otro lado del espejo como pieza importante de este puzzle de dulzura y amargura, llanto y alegría en que giramos oscilantes alejados del centro pendular.
Este poema de Beatriz es esa sinfonía que siempre me gustaría tener al alcance de mis manos para intentar entender ciertos fenómenos circunstanciales de esta vida que nos vive o vivimos.
2 comentarios:
Gracias, Bernardo.
Lo hago con mucho cariño por tu calidad y grandeza como mujer y mejor poeta.
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